El viernes 18 de octubre, un llamado a evadir masivamente el metro para protestar contra un alza de $30 en el pasaje gatilló la crisis social y política más grande que ha sufrido Chile desde el retorno a la democracia. A diferencia de la movilización del 2011 –cuya principal consigna fue “educación gratuita y de calidad”–, el actual estallido social no reconoce líderes ni voceros, y las demandas ciudadanas son de diversa índole. Sin embargo, en medio de la ola de protestas pacíficas y violentas hay al menos tres malestares que se repiten: desigualdad, abuso y desconfianza.

“La gracia de la calle es que todas esas subjetividades y causas diferentes pueden convivir sin jerarquías ni prioridades. Todos pueden ‘solidarizar’ en un plano en que nadie queda debajo ni después de nadie”, describió Pablo Ortúzar en La Tercera.

¿Qué le pasa a Chile? Durante estas delicadas semanas, los investigadores del IES han buscado aportar a la reflexión desde diversas perspectivas, para intentar comprender qué hay detrás del descontento y su impacto en el sistema político.

Según escribió Daniel Mansuy en  El Mercurio, “el país se ve enfrentado a una demanda social que tiene poca articulación. Sin embargo, no es por eso menos real; el malestar está allí, para quien quiera darse el trabajo de verlo”.  Agregó que si bien el anuncio de una agenda social “va en la dirección correcta” servirá “de poco en el mediano plazo si no es seguido de un cambio profundo en el discurso”.

Para Manfred Svensson, ese discurso debe hacerse cargo de las tensiones que genera la desigualdad en Chile. “Un país que no quiere reconocer su carácter precario, el carácter limitado de sus recursos, va derecho a la ruina. ¿Pero de qué modo se formula esto cuando una porción del país sí parece poder cumplir cada uno de sus deseos, cuando toda limitación le parece ser ajena?”, dijo en La Tercera.

El giro hacia lo social, entonces, será clave. Joaquín Castillo, subdirector del IES, reconoce que son muchos los cambios que la ciudadanía está demandando, entre ellos mejorar las pensiones, la salud, los sueldos. Pero, ¿por dónde partir? Según plantea, “lo que aquí se necesita es un mejor Estado, uno que pueda hacer frente a las prioridades sociales de manera eficiente y para amplios sectores de la población, donde no haya un importante sector de los chilenos que sienta que se quedó debajo de la mesa”, sostuvo en The Clinic.

Si bien las protestas que siguieron a la violencia inicial parecieran haber surgido de manera espontánea y han demostrado ser bastante transversales, y sin colores políticos, también pusieron al sistema representativo en jaque. ¿Qué ha pasado en los últimos años que explique la pérdida de legitimidad en la política, o el distanciamiento entre la ciudadanía y los políticos? Un motivo, según Mansuy, es que “las clases dirigentes están muy lejos de lo que vive la gente, y por tanto no saben medir los efectos y las consecuencias. Es muy peligroso gobernar una sociedad que no se conoce”, dijo en Emol. Mariana Canales, en tanto, señaló en El Líbero que hoy en día “la clase política parece funcionar sumidos en riñas partidistas y empecinados en recolectar votos. Nuestros políticos han ido creando un clima de división y confrontación”.  

Claudio Alvarado, director ejecutivo del IES, cree que la degradación de la política viene de más atrás. “Después de haber sufrido las consecuencias de las planificaciones globales, tanto las élites como la ciudadanía privilegiaron vivir en paz. Este anhelo fue eficaz y positivo en muchas dimensiones, pero condujo a ocultar las diferencias y, por tanto, a degradar la sede política como instancia de deliberación acerca de la vida común”, sostuvo en El Mercurio. Y en La Segunda enfatizó: “Por más que el sistema político haya sido incapaz de notarlo, las lógicas e instituciones que heredó la transición han sido cuestionadas al menos desde 2011, y no sólo por la izquierda política e intelectual. En este contexto, puede ser útil mirar hacia atrás”.

A diferencia de las marchas del 2011, donde se gestó el Frente Amplio y el proyecto de gratuidad universitaria promulgada por Michelle Bachelet, este movimiento no reconoce domicilio ni en la izquierda ni en la derecha. Por eso, para Josefina Araos es importante mirar el momento actual con detención: “es más urgente que nunca no instrumentalizar la realidad, no apresurarnos demasiado en leer lo que ocurre en función de nuestros propios objetivos”. En relación a las investigaciones por violaciones a los derechos humanos, Castillo apunta a algo similar: “Las víctimas no son de la izquierda, sino de toda una sociedad que ha sido objeto de una violencia desatada. No se les honra cuando se utilizan sus nombres y sus historias como arma política para ganarle un punto al adversario de turno”.

¿A qué se debería esta apropiación de las manifestaciones? Daniel Mansuy planteó en El Mercurio que “la izquierda sueña y espera que en Chile se esté incubando un momento prerrevolucionario. Y le da horror la idea de quedarse abajo del tren de la historia”. Mientras que Claudio Alvarado dijo en el Diario Financiero “que los dirigentes del Partido Comunista y, en especial, los del Frente Amplio, han mostrado la peor cara de la izquierda. Instrumentalizar o, peor, avalar lo injustificable, da cuenta de un infantilismo revolucionario tan frívolo como irresponsable”.

El malestar social, sin embargo, no fue leído a tiempo por ningún partido político. “La izquierda no ha tenido una mejor lectura de la sociedad que la derecha. Por motivos distintos. La derecha ha estado encerrada en cierto lenguaje tecnocrático-economicista y la izquierda embelesada en los movimientos sociales más visibles”, sostuvo Mansuy en La Tercera.

Entre las acciones concretas que se han tomado para enfrentar la crisis destacó el cambio de gabinete ministerial, que entre otras modificaciones implicó el reemplazo de Andrés Chadwick por Gonzalo Blumel en Interior, y de Felipe Larraín por Ignacio Briones en Hacienda. La evaluación que hizo Alvarado en términos generales fue positiva, pero con matices.  “El perfil dialogante y la credibilidad de Gonzalo Blumel e Ignacio Briones son elocuentes y muy bienvenidas, pero es imposible dejar de preguntarse si no convenía sumar liderazgos imbuidos de nuevas categorías al centro del poder”, puntualizó en el Diario Financiero.

Otra discusión que se ha instalado se refiere a la conformación de  una posible Asamblea Constituyente (AC), que es una propuesta de la izquierda, y también la de reactivar el proceso de cambio constitucional, que tiene más apoyo transversal.  A juicio de Canales, “son preocupantes propuestas como la AC, pues supone una mirada gruesa de nuestra crisis: bajo esa lógica, las multitudinarias masas que marcharon en la Plaza Italia el pasado viernes querrían un cambio total del orden político y jurídico del país, sin distinción alguna de necesidades y prioridades”, escribió en El Líbero.

Una evaluación similar hizo Mansuy en El Mercurio. “La Asamblea Constituyente puede agravar aún más la sensación de bloqueo, pues supone una voluntad de consenso y de diálogo que la izquierda ha despreciado sistemáticamente en los últimos años. Al fin y al cabo, la idea es darse reglas que no estén sujetas a mayorías circunstanciales, pero no es seguro que haya piso para acuerdos de esa naturaleza”, sostuvo.

En tanto, Alvarado sí está de acuerdo en trabajar en un cambio constitucional, aunque no lo considera prioritario frente a las demandas más urgentes que ha vociferado la ciudadanía durante estas semanas. “Tenemos que avanzar sí o sí en corregir ciertas inequidades en materia de acceso a la salud y a pensiones, por ejemplo. Un nuevo pacto social a mí me parece de toda lógica”, plateó en Emol, pero eso “no se identifica necesariamente con reemplazar íntegramente la Constitución”.

Aunque para que la discusión constitucional sea fructífera, Ortúzar propone otro cambio. “Es urgente instaurar la inscripción automática y el voto obligatorio. Lo que se haga debe contar con un apoyo mayoritario real, que empodere a los representantes”, dijo en La Tercera.  En ese sentido, agregó que “aunque duela, un Chile más justo exigirá un esfuerzo proporcional de todos”.