Columna publicada el miércoles 10 de abril de 2024 por El Líbero.

La semana pasada se difundió un texto en el que diversos líderes del PS y del PPD elaboran un diagnóstico y reflexionan sobre su futuro. El documento es valioso porque retoma una dimensión que los partidos actuales, salvo contadas excepciones, pierden a diario: su contenido ideológico. Así, el llamado “Manifiesto del Socialismo Democrático” explica que “el socialismo democrático en el mundo nació para impulsar y organizar las aspiraciones de la humanidad de terminar con la explotación económica, poner fin a la dominación política y romper con las cadenas de la ignorancia, avanzando en la realización integral del ser humano, en igualdad y libertad”.

En líneas generales, el documento se presenta como una “reacción” a lo que denominan el “creciente ascenso de la derecha conservadora”. Es decir, su posición ideológica se basa en el rival, observando lo que este hace bien para luego replicar algunos de sus aspectos. Este diagnóstico se expresa explícitamente: “Nos encontramos en una situación tal que debemos asumir que enfrentamos una situación de alta controversia, cuesta arriba, con nuevos adversarios de derecha dura (“Republicanos”) y amenazas de todo tipo de populismo, lo que nos exige explicar y justificar lo que proponemos”. No obstante, sorprende que en ninguna parte del texto se identifique a esa derecha dura o conservadora: no aparecen sus características, ni sus motivos, ni tampoco si hay elementos importantes que puedan tener algo de verdad o razón.

Junto con el lenguaje grandilocuente observado en la cita, se pueden apreciar algunas desprolijidades en el texto. Quizás la más importante de ellas sea la evidente de la falta de reflexión de este sector sobre sus adversarios: la derecha. Es posible que aquí resida su gran falta: los redactores del documento, y la izquierda en general, todavía no logran (y tal vez prefieren no intentar) comprender las razones de sus últimas grandes derrotas electorales. 

La falta de observación y la poca habilidad para observar y definir los rasgos de esa supuesta derecha conservadora, lleva a presentarla de forma facilista como un ente radical o antidemocrático al cual hay que oponerse. Estrategia que, por cierto, ha sido utilizada reiteradamente por una de sus principales figuras: Michelle Bachelet. La ex Presidenta ha sido repetitiva al emplear descripciones electorales poco reflexivas, como afirmar que la derecha “apela al miedo” y a la emocionalidad, y que la izquierda representa la “racionalidad”, o al sugerir que algunos sectores de derecha promueven “programas bastante antidemocráticos” y no, por supuesto, su propia izquierda, el Frente Amplio, el Partido Comunista o el texto de la Convención que ella apoyó con entusiasmo. De esa forma, Bachelet menosprecia a parte de su electorado, del cual no sólo consiguió votos por medios “racionales”.

Es de esperar que quienes han elaborado un documento con tiempo, recursos para pensar libremente, reflexión y diálogo, lograran articular un discurso con más complejidad, en vez de sostenerse en visiones algo simples de los problemas y de sus adversarios políticos. No poseer una comprensión de la variedad y riqueza del conservadurismo es una muestra clara de lo anterior. Lo mismo al no ser capaces de distinguir los distintos tipos de derecha que hoy participan en el debate público chileno, ni conceder nada a quienes han levantado inquietudes como la seguridad o el control a la inmigración. Es difícil pensar que puedan derrotar a la derecha que señalan si es que no son capaces de comprenderla.

Quizás el documento sirva para identificar a un enemigo y así intentar reconfigurar esta izquierda en torno a los principios que este sector una vez ostentó en el pasado (como el universalismo y la defensa de las clases perjudicadas por el capitalismo). Sin embargo, si se pretendía que fuese un diagnóstico para que su base militante pudiera reflexionar sobre los desafíos futuros, en realidad carece de mucha utilidad. Las caricaturas oscurecen cualquier intento de reflexión profunda, pero quizás ayuden a recuperar un compromiso con un proyecto que entregó todas sus convicciones a un grupo de líderes más jóvenes que renegaba de ellos.