Columna publicada el miércoles 17 de abril de 2024 por El Líbero.

Tras el revés en el Consejo Constitucional, el líder del Partido Republicano José Antonio Kast ha vuelto a la carga en diversas entrevistas. Uno de los temas que ha buscado difundir son los nuevos aprendizajes que obtuvo durante su visita a El Salvador para observar el fenómeno Bukele. Kast viajó al pequeño país centroamericano en comisión antes de las elecciones municipales, junto al presidente del Partido Republicano, Arturo Squella, el diputado Cristián Araya y Enrique Bassaletti, asesor en temas de seguridad.

La estrategia comunicacional llega después de que diferentes figuras hayan endurecido su discurso respecto a la ola de inseguridad que atraviesa Chile. Ejemplos de ello son el alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic, quien solicitó despliegue militar para proteger infraestructura y puntos estratégicos, así como el diputado PPD Raúl Soto, quien luego de que unos delincuentes venezolanos asesinaran a otro carabinero más, dijo “que salgan a matar si es necesario”. Lo mismo ha pasado con el senador Insulza, al sostener que se necesitan “expulsiones de mayor número” de personas. En ese sentido, la experiencia salvadoreña de la increíble reducción de las tasas de homicidios y el control de la delincuencia puede ser de utilidad.

Pero Kast no llevó bien el fondo de su estrategia comunicacional. Un plan popular y que podría resultar sería efectivamente replicar algunas políticas utilizadas en El Salvador, entre ellas, la reducción de garantías procesales para miembros de grupos de narcotráfico identificados previamente por la fiscalía, la construcción de cárceles especializadas de alta seguridad y la aplicación de políticas de reinserción denominadas CUBO. Sin embargo, otra cosa es defender el régimen de Bukele en todos sus aspectos, algunos de los cuales son por lo bajo criticables (entre ellos, la disolución de la separación de poderes, la intervención en el Poder Judicial y en el órgano persecutor). En ese sentido, Kast mostró poca perspicacia al ni siquiera intentar hacer las distinciones necesarias en el Chile actual: se demanda seguridad y la clase política dice estar dispuesta a replicar estrategias de El Salvador si es necesario, pero no debe ser a cualquier costo; no, por ejemplo, a costa de la separación de poderes.

Si se trata de poner mano dura, Kast ha mantenido un discurso coherente a lo largo del tiempo a pesar de su cambiante popularidad. Por lo mismo, debería proteger ese valor que hoy escasea en la clase política, evitando destruirlo mediante estrategias retóricas de poca elaboración. No todas las prácticas de defensa de El Salvador son aplicables en Chile, por condiciones geográficas, políticas y, desde luego, culturales. En la conversación que sostuvo en el programa Mesa Central del domingo, Kast fue fácilmente acorralado por Iván Valenzuela por intentar defender el régimen de Bukele en dimensiones que iban más allá de la seguridad y de las cuales, como chilenos, ignoramos. En su respuesta el presidenciable republicano fue incapaz de hacer distinciones y reconocer las complejidades que podría tener la aplicación de aquellas políticas en Chile. La estrategia empeora si constatamos que, con ese discurso, ayuda a convencer a ciertos sectores de la población de su simpatía hacia regímenes autoritarios. De tal forma, el propio Kast potencia la campaña del terror de la izquierda y del liberalismo progresista dentro de la centroderecha.

El Partido Republicano se encuentra en una etapa decisiva para reducir la brecha con Evelyn Matthei. Pero si la estrategia de sus asesores es instalar a José Antonio Kast como “el más duro”, para así aprovechar el momento y para evitar la dispersión de votos frente a otros candidatos de derecha (como Johannes Kaiser), entonces la candidatura está en problemas. Kast ganará terreno en las encuestas cuando demuestre que su discurso y su proyecto político, que en varios aspectos está completamente alineado con las llamadas “prioridades ciudadanas”, tienen una implementación creíble, eficaz y responsable. Esto, desde luego, implica contar con propuestas técnicas para solucionar esos problemas, pero también de ser capaz de lograr diálogo con sectores de centro y de centroizquierda. En otras palabras, si Kast se empeña en imitar a radicales solitarios que no tienen ninguna posibilidad de salir electos en Chile, entonces ayudará a crear un clima de expectativas que quizás después no se podrán cumplir.