Una sociedad pluralista puede resolver muchas cuestiones en un espíritu de simple dejar ser, pero que incurre en profundo autoengaño si cree que puede abordar así todas las cuestiones.
%20(1).png&w=1200&q=75)
Señor Director:
Don Pedro Pablo Severin pregunta en carta de ayer por qué los opositores de la eutanasia insisten en su prohibición, si siendo un tema controvertido podría autorizarse “y dejar que cada quien decida si la aplica o no”.
La pregunta es perfectamente pertinente, pues en una sociedad plural procuramos resolver un amplio número de problemas con ese simple “vive y deja vivir” (o, en este caso, morir). Es patente, sin embargo, que no resolvemos así todas las disputas, porque entendemos que en muchas ocasiones hay algo más que preferencias individuales en juego.
En el caso de la eutanasia, no discutimos cómo cada uno abordará los trágicos escenarios en que alguien decide quitarse la vida, sino si acaso el Estado montará un sistema que de modo regular ofrezca esa salida. No abundaré aquí en las razones para no seguir ese camino. El punto es simplemente recordar que una sociedad pluralista puede resolver muchas cuestiones en un espíritu de simple dejar ser, pero que incurre en profundo autoengaño si cree que puede abordar así todas las cuestiones.