Columna publicada el martes 20 de febrero de 2024 por El Líbero.

Al cierre del evento solidario “Juntos, Chile se Levanta”, cuyo objetivo fue recaudar fondos para los afectados por el megaincendio de la Región de Valparaíso, el Presidente Boric proclamó de manera emotiva: «Acá necesitamos una reconstrucción que no sea solamente de parar unos palos, necesitamos una reconstrucción emocional, de cohesión social». Dos días después, el mandatario tomó vacaciones “flexibles”, para estar “atento a todo lo que esté pasando”, con la confianza en que sus ministras de Desarrollo Social, Javiera Toro, y de enlace, Camila Vallejo, avancen con el plan de reconstrucción de la zona para la tercera semana de marzo. ¿Estarán conscientes que retrasar las soluciones puede agravar la vulnerabilidad de las familias afectadas?

Pareciera que el mandatario estuviera parado en la punta de la pirámide de Maslow, aquella que jerarquiza las necesidades humanas. Desde la cúspide, solo ve en esta tragedia las necesidades superiores de los damnificados, es decir, la reconstrucción emocional y cohesión social. Pero, ¿es eso posible si los afectados carecen de un sustento material? Necesitamos que el Presidente Boric baje rápidamente a los primeros niveles de la pirámide y atienda las urgencias más básicas en las zonas incendiadas: alimento, techo, problemas de salud pública y seguridad.

En relación con lo anterior, hace casi una semana, un grupo de excolaboradores del Presidente Piñera presentó una estrategia de reconstrucción al Gobierno, la que estaba siendo liderada por el exmandatario pocos días antes de fallecer. En tan solo cinco días se elaboró un documento de 46 páginas con un diagnóstico de daños, propuestas concretas y cálculo de costos, que entre otras medidas contempla la radicación de campamentos a nuevos barrios, relocalización de asentamientos en zonas de riesgo y construcción de nuevas viviendas.

El contraste entre esta expedita respuesta y la de la administración actual, sobre qué es actuar con sentido de urgencia, es brutal. Naturalmente puede haber elementos específicos de esta propuesta que no convenzan al gobierno de turno, pero de lo que no puede acusarse al círculo del exmandatario es de indolencia. Y esto levanta una gran pregunta respecto de cómo el gobierno, con sus propios límites en materia de gestión, recibirá esta propuesta.

En efecto, la sorpresa que generó la estrategia de reconstrucción del equipo de Piñera en el oficialismo no solo pone de manifiesto la inesperada oferta de ayuda, sino también las debilidades en la respuesta actual al desastre. Ante una crisis de esta magnitud, el conocimiento previo y la experiencia en gestiones de emergencia como las que afrontaron estos asesores durante otros eventos nacionales son invaluables (27F, rescate de los 33 mineros, pandemia). Esta situación le está generando un dilema al gobierno: aceptar la colaboración versus desentenderse de ella y mirar para el lado. Tomar esta propuesta de voces políticamente opuestas les debe parecer demasiado. Necesitan hacer primero su propia reconstrucción emocional. Pero desentenderse de este plan de acción, como parecen estarlo intentando, los expondrá a una crítica severa de la ciudadanía.

La decisión del Presidente Boric de tomar vacaciones durante una crisis levanta cuestionamientos sobre su oportunidad y falta de comprensión del sentido de urgencia. Son las personas de carne y hueso quienes empujan y llevan adelante los proyectos. Lo razonable sería que el mandatario sea el motor que impulse las acciones pertinentes para levantar al país, orquestando a los ministerios y a la sociedad civil hacia un objetivo común: que el foco de la reconstrucción sean las personas afectadas.  Y eso no se logra a la distancia.