Carta publicada el 6 de agosto de 2023 en El Mercurio.

Señor Director:

En carta de ayer, el señor Jaime Undurraga lamenta el silencio de los obispos católicos ante la quema de cuatro o cinco capillas en La Araucanía. Tristemente, son muchísimos más los templos en cuestión. Pero también son muchos más los silencios.

En primer lugar, hay que notar que el silencio eclesiástico tiene carácter ecuménico: templos católicos y evangélicos han sido arrasados durante años sin producir alguna notoria reacción.

Luego está el silencio de los intelectuales mapuches con presencia en la discusión pública. El hecho es asombroso: en medio de toda la preocupación de los últimos años por su historia y cultura, la fe que tantos mapuches han hecho propia puede ser atacada de modo impune. La incapacidad de reconocerla como legítima creencia de muchos mapuches, la tendencia a imaginarla como simple fe del conquistador, parece impedir en este caso la capacidad de reacción ecuánime.

Finalmente está también el silencio de tantas autoridades. Una de sus manifestaciones es que no haya siquiera un catastro oficial de templos quemados que nos recuerde la magnitud del problema. Se trata, por cierto, de solo una dimensión del desgarrador conflicto en la zona.

En el último atentado terrorista en Traiguén se trató también de una posta y una escuela. Todo un pequeño mundo. Pero en el caso de los templos se trata del principal atentado contra la libertad religiosa en el país, sin que ese hecho suscite un solo comentario.