Columna publicada el martes 13 de junio en La Tercera.

Un conjunto de paparruchadas. Así aborda Daniel Matamala, en su columna dominical, la discusión de las últimas semanas respecto de la educación sexual en las escuelas de Chile. Y algo de eso hay: el cruce entre la acusación constitucional al ministro, la invasiva aplicación de una “ficha clap” en una escuela de Talcahuano, y el instructivo del Mineduc para la educación sexual ha dejado poco espacio para una discusión racional. Si ese es el tipo de discusión que queremos, tal vez valga la pena separar estas materias y concentrarnos en aquellas que tienen proyección en el tiempo. Porque sobre el mencionado instructivo, que tiene tal proyección, quedan varias preguntas por aclarar.

En primer lugar, hay aquí una cuestión de honestidad política. El gobierno procuró evitar la discusión afirmando que se estaba ante una política de continuidad, que se había trabajado sobre un documento preexistente (el publicado por la administración Bachelet el año 2017). Lo que en realidad hicieron, sin embargo, fue en primer lugar retirar el instructivo que había sido publicado el 2021. Y si el punto de comparación es el documento del 2021 en lugar del publicado en 2017, ya no es simple continuidad lo que encontramos. Está en potestad del Ministerio reemplazar tales documentos, por cierto, pero sería más honesto reconocer ese hecho de modo abierto en lugar de hablar de simple continuidad. En cualquier caso, ante estas materias debemos notar que efectivamente estamos ante problemas que no pueden imputarse solo a este gobierno, que las disputas son hondas y de largo plazo. Al mismo tiempo, dada la centralidad de estos asuntos para la agenda del gobierno, son políticas que sin duda se ven radicalizadas en sus manos.

En segundo lugar, están las cuestiones de fondo sobre el propósito con el que se acomete esta educación. Según el fin que se tenga en mente, cabe hacer muchas precisiones sobre cuáles deben ser sus actores, su contenido y legítimo alcance. Si el fin, como se ha repetido estos días, es la prevención del abuso, cabe pensar en una educación de alcance importante pero limitado: orientado precisamente al reconocimiento de límites que protejan a los menores. Pero si las actividades propuestas tienden a corroer esos límites, y abrir a los niños la Caja de Pandora completa del sexo, es bien discutible que se esté previniendo el abuso.

Si el fin de tal educación, por otro lado, es el respeto e inclusión de cada miembro de una comunidad escolar, cabe levantar otra serie de preguntas. Porque esa inclusión debiera ser una meta ampliamente compartida, y en buena medida ha logrado convertirse en un propósito común. Pero es falso que para buscar tal meta debamos asumir todo el ensamblaje teórico o el discutible glosario de la izquierda postmoderna. Esa es, sin embargo, la apuesta del documento. Así, por ejemplo, trata la sola alusión a que un niño pudiera en el futuro casarse con alguien del sexo opuesto como uno de los “factores de riesgo” a los que la comunidad educativa tendría que estar atenta. ¿Se esperaba que nadie dispute esto? La apuesta es insensata y dañina: su agresivo programa fácilmente puede acabar minando aquel tipo de inclusión universal que aún estamos a tiempo de salvar.

Vale la pena notar, por lo mismo, cuán peculiar es la visión de la sexualidad transmitida por el documento. Si el instructivo del 2021 incorporaba la “teoría queer” como un elemento en su glosario, aquí desaparece del glosario para volverse algo así como la invisible inspiración del documento. De ahí su empuje por superar los “modelos binarios tradicionales”. Con eso se apunta a algo bastante más radical que una revisión de los roles de mujeres y hombres; se trata de una crítica a todo el binarismo sexual, como si este fuese una simple construcción social descartable. Esta mirada se encuentra, notemos, tan presente en el instructivo discutido (por no hablar del entorno que lo produjo), que en él incluso se recoge el lenguaje pseudocientífico del “sexo asignado al nacer”.

El desprecio por la realidad que revelan tales fórmulas inevitablemente produce una reacción en la sociedad, y no solo en los grupos “ultraconservadores” a los que el gobierno imagina estarse oponiendo. Pero aquí debe importarnos no solo ese efecto sobre el resto de la ciudadanía, sino especialmente en el efecto sobre los escolares. Al tratar la relación con el propio sexo biológico como casi accidental, esta aproximación no puede sino intensificar y masificar la disconformidad con el mismo. Y en lo que eso se traduce es en impulsar a innumerables escolares a medidas cuyo grave alcance solo pueden comprender cuando ya es demasiado tarde. Por lo mismo, son varios los países que hoy están dando pie atrás en esta materia (deteniendo, por ejemplo, el uso de bloqueadores de pubertad, como esta semana ha decidido hacerlo también la NHS). Ya que estamos aspirando a una mayor “alfabetización” en estas materias, sería hora de prestar también atención a ese hecho.