Columna publicada el 3 de mayo de 2023 en La Tercera.

“Democracia versus fascismo”. Esa fue la caricatura que buscó instalar gran parte de la izquierda en el último balotaje presidencial. La consigna tenía mucho de “ver la paja ajena y no la viga en el propio”, pues si algo puso a nuestro país al borde de una “dictadura legal” —los términos son del expresidente Frei—, eso fue el proyecto de la Convención apoyado por el presidente Boric y sus ministros. Sin embargo, también es cierto que el comando de José Antonio Kast había dejado varios flancos abiertos que favorecían la campaña en su contra.

Basta recordar las polémicas en torno a varios candidatos republicanos al Congreso, los graves defectos del programa de gobierno original de Kast (incluyendo el cierre de determinadas instituciones y un abusivo estado de excepción constitucional), y su malogrado contrapunto entre Nicaragua y los días finales de la dictadura, que reveló una escasa conciencia de la magnitud y duración de la persecución política bajo el régimen de Pinochet  (ya en los 2000 la UDI era más criteriosa al hablar de estos temas).

Pese a todo lo anterior, ni Chile Vamos ni siquiera toda la centroizquierda aceptaron aquel rayado de cancha, en virtud del cual votar por JAK era sinónimo de ser “antidemocrático”. Y el principal motivo que condujo a rechazar esa diatriba fue la propia persona de Kast. “Es un político conservador pragmático”, afirmó desde la otra vereda Ricardo Brodsky, exdirector del Museo de la Memoria. “No veo en él ni el espíritu antidemocrático ni el estilo ni la retórica ni el carácter ni el tipo de organización del neofascista”, sostuvo Arturo Fontaine. “Tengo diferencias con él, pero siempre he creído que es un hombre bueno, honesto y sencillo”, señaló la alcaldesa Evelyn Matthei.

 

La pregunta es hasta cuándo JAK podrá continuar siendo caracterizado de ese modo. Más allá de algunas excepciones (como Carlos Frontaura en la Comisión Experta), lo cierto es que el mundo republicano, comenzando por el propio Kast, hoy transmite un sello y una estrategia que parecen ser deliberadas. En concreto: una extrema laxitud en los medios que emplean para incrementar su poder. La misma que les permitió transitar en pocos días de la participación en una franja televisiva para el plebiscito de septiembre, basada en el mensaje “Recházala por una mejor”, a denunciar poco menos que una traición a la patria de parte de quienes cumplieron esa promesa. La misma laxitud que llevó hace dos semanas al mismo JAK a faltar a la verdad a sabiendas, denunciando una supuesta (e inexistente) “propuesta de Chile Vamos de que los ahorros de los chilenos sean administrados por el Estado”.

“Debe haber espacio para los bienes del espíritu, representados por los valores de bien, verdad y belleza”, decía el programa que presentó JAK para la segunda vuelta de diciembre de 2021. Hechos y no palabras.