Carta publicada el sábado 1 de abril 2023 por El Mercurio.

La ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana, se ha sumado a la ola de críticas que recibió Ana Obregón en España por ser madre a los 68 años por gestación subrogada. “No ‘prestamos el cuerpo’”, “comprar una guagua”, “la desregulación habilita la explotación sexual de mujeres, la trata y venta de niños/as” y “violencia hacia las mujeres” son algunas de las frases que han resonado.

Habría que preguntarse por qué genera tanta polémica el caso de Obregón. ¿Se debe a la edad de la artista española? ¿Al hecho de ser famosa? ¿A la posibilidad de viajar a otro país y pagarle a una mujer para que geste un niño? ¿O hay algo más de fondo que explica la transversal oposición que ha recibido esta práctica?

En este contexto, resulta pertinente revisar la reciente Declaración de Casablanca para la abolición mundial de la maternidad subrogada, firmada por un centenar de expertos de 75 nacionalidades. Dicha iniciativa busca negar validez a los contratos que involucren a mujeres como gestantes y la penalización de aquellos que actúen como intermediarios o fomenten este tipo de prácticas. Su argumento principal es que la gestación subrogada “viola la dignidad humana y contribuye a la mercantilización de las mujeres y los niños”.

Dada la convergencia de miradas procedentes de visiones de mundo distintas, en orden a que esta práctica puede contribuir a la instrumentalización y mercantilización de mujeres y niños, es una oportunidad para tomar conciencia de los riesgos involucrados en el desarrollo de estas técnicas.