Columna publicada el lunes 17 de octubre de 2022 por La Segunda.

Varias columnas y entrevistas del fin de semana advertían lo obvio: hoy Chile está peor que hace tres años. Los signos más palpables del deterioro son la ruina de los centros urbanos, el descontrol de la delincuencia y la creciente crisis económica. El telón de fondo de este escenario es una frustración acumulada respecto del sistema político. El alivio que significó el triunfo del Rechazo para una gran mayoría del país no cambia esta realidad. En rigor, la confirma: la ciudadanía depositó en la Convención muchas expectativas, que ya sabemos cómo terminaron. 

Todo esto es muy visible para un amplio elenco de actores y analistas. Pero no para La Moneda. Aunque es ahí donde confluyen el malestar acumulado y la demanda por respuestas ante las urgencias sociales, el oficialismo sigue actuando como si hubiera ganado el plebiscito y tuviera o una gran adhesión ciudadana, o mayorías parlamentarias, o ambas. 

Nótese en qué ha estado la nueva izquierda durante la última semana. ¿Ofreciendo un mea culpa por su validación de la violencia y el intento de desestabilizar al gobierno anterior? No: era otro “contexto”, nos dijo el ministro Jackson, reflotando el tipo de arsenal conceptual que usaba el pinochetismo noventero. ¿Promoviendo una agenda decidida para atraer la inversión e impulsar la deprimida economía nacional? Qué va: el subsecretario Ahumada prefiere jugar a las cartas laterales e idear una agenda de desarrollo (sic) con la Argentina de Fernández. ¿Sacando lecciones de la monumental victoria del Rechazo? Ni soñarlo: el oficialismo acaba de proponer un nuevo órgano creado a imagen y semejanza de la extinta Convención. La guinda de la torta la puso el diputado Diego Ibáñez, candidato a presidir el partido de Gabriel Boric. En su reciente entrevista en The Clinic tiene la amabilidad de confesar expresa y voluntariamente que aún sueña con la revolución. Así estamos.

Los resultados inmediatos de esta enorme desconexión del Ejecutivo con la sociedad que le toca gobernar son evidentes anoche Cadem volvió a mostrar que la popularidad de La Moneda cae en picada—, pero tanto o más relevantes son sus efectos a mediano y largo plazo. En concreto, ¿no se ha preguntado el presidente Boric quién podría sucederlo? Porque, así como van las cosas, el menor de sus problemas sería una alternancia en el poder con la centroderecha. Quizá la nueva izquierda todavía no lo nota, pero toda su chapucería favorece el mismo cuadro político y social que terminó con Franco Parisi en el tercer lugar de la carrera presidencial y que tiene al PDG como el partido más grande del país.

“El poder para el pueblo”, decía el lema de campaña del exconstituyente Fernando Atria. Debió decir “para la gente”: habría envejecido mejor.