Entrevista publicada el sábado 4 de julio de 2020 por La Tercera.

“La derecha va a pagar durante décadas ese déficit original”, dice el analista político Daniel Mansuy, al referirse al hecho de que, a su juicio, “el piñerismo nunca fue un proyecto auténticamente colectivo”.

El académico de la Universidad de los Andes e investigador asociado del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) aborda, de esa manera, el escenario actual en el gobierno y en Chile Vamos, justo cuando se ha reflotado el histórico debate sobre las “dos almas” de la derecha, en medio de constantes tensiones y enfrentamientos entre sus dirigentes.

El presidente de RN, Mario Desbordes, ha impulsado una serie de propuestas que han generado tensión en el oficialismo. ¿Qué evaluación hace del rol que él ha desempeñado?

De luces y sombras. Su mirada y sensibilidad son un aporte valioso para la derecha, que tiene algunos puntos ciegos difíciles de superar. En ese sentido, Desbordes encarna algo fundamental. Al mismo tiempo, ha elegido un tono confrontacional que puede resultar contraproducente, sobre todo considerando que vivimos un momento muy delicado. Un proyecto político no se construye a punta de declaraciones altisonantes.

¿La lectura que él tiene de la situación del país es la adecuada?

En otro nivel y en otro plano, esta fue una gran dificultad de Michelle Bachelet: quizás sus intuiciones eran correctas, pero le costaba darles un cauce propiamente político.

El escenario actual ha revivido la eterna discusión sobre las “dos almas” de la derecha chilena. La Concertación -y más aún la Nueva Mayoría- también tenían varias “almas”, más incluso…

La Nueva Mayoría tenía al menos dos almas, y eso no terminó nada de bien. En la derecha, las diferencias me parecen menos profundas, pero hay un problema de otro orden: es un sector más dado al caudillismo y a las personalidades que al orden en torno a los partidos. Los partidos juegan en la derecha un papel menos relevante que en la cultura de izquierda, con la notoria excepción de la UDI.

¿Por qué las diferencias en la derecha son tan conflictivas?

Porque no hay mecanismos para procesarlos, ni cultura colectiva que permita enfrentarlos. Si la Concertación se construyó en torno al eje Mapu-DC, en la derecha no ha habido una cultura de coalición.

¿Por qué cree que pasa eso?

Los factores son múltiples, y algunos de larga data, pero creo que hoy opera uno especialmente relevante: el piñerismo nunca fue un proyecto auténticamente colectivo. La derecha va a pagar durante décadas ese déficit original. Piñera habrá llevado a la derecha dos veces a La Moneda, pero dejará tras de sí un desierto.

¿Cuál ha sido, a su juicio, el aporte de Evópoli a la centroderecha?

Representa un recambio generacional, pero le ha faltado explicar mejor en qué consiste su aporte específico más allá de esa dimensión. Al mismo tiempo, es cierto que quedaron muy atados al gobierno desde octubre, porque ocupan dos ministerios fundamentales. Ese éxito quizás llegó cuando el partido era todavía muy joven. Fue como una maduración obligada, lo que tiene costos.

Evópoli surgió como un partido “liberal” y ellos recalcan siempre esa visión de mundo. Eso generaba expectativas de una colectividad menos dogmática que la derecha tradicional. En los hechos, sin embargo, eso no ha sido tan así, ¿o sí?

Evópoli siempre osciló entre tener un discurso social -lo que hoy capturó Desbordes- y un liberalismo progresista que a lo mejor conecta bien con ciertas élites, pero que no funciona como elemento distintivo de un proyecto político. Después, les cayeron responsabilidades de gobierno que les quitaron toda identidad. El gran riesgo de Evópoli es terminar fundido en el piñerismo.

Evópoli pareciera representar casi la misma visión que la UDI en ciertos temas…

Por eso decía que ese liberalismo es insuficiente para generar un proyecto. No da, no alcanza, y además entra en tensión por momentos con la vocación social, que también estaba en sus orígenes… Estoy de acuerdo en que Evópoli tiene un problema de identidad, que no es fácil de resolver. Dicho eso, creo que tienen un capital político enorme en el ministro de Hacienda, que me parece la figura política más destacada de los últimos meses. Pero es sintomático que la principal promesa de Evópoli no haya estado antes en la primera línea, y que llegó sólo a causa de octubre. Los que llevan más tiempo en primera línea no han podido construir en años lo que Briones hizo en pocos meses.

¿Cuánto y cómo ha influido el estado del gobierno de Piñera en este escenario que vive la derecha?

Es el centro del problema. Es una conducción política deficitaria, muy concentrada en los círculos de confianza personales del Presidente, que nunca ha querido hacer política saliendo de allí. Pero eso lo deja con una base muy estrecha.

¿Qué proyecta este gobierno?

El gobierno se encuentra en medio de una encrucijada muy difícil. El Congreso está empeñado en reducir sus atribuciones, y el Presidente está empeñado en no ceder. El problema es que, para salir bien parado, el oficialismo requiere de mucha habilidad, y hoy esas destrezas no abundan en Palacio. Es cierto, además, que parte de la oposición está comprometida en una enorme empresa de desestabilización y de debilitamiento de la democracia. En ese escenario tan delicado, el Presidente no ha entendido cuánto polariza e irrita su figura. Y por momentos parece obsesionado por revertir ese sentimiento. Mientras antes abandone esa ilusión, antes podrá retomar el control. ¿Cuántas veces ha hablado el Mandatario desde octubre? ¿Y en cuántas de esas ocasiones logró cambiar el rumbo de la discusión? El Presidente sólo influyó cuando cedió la iniciativa, aquel martes 12 de noviembre. Esa es su paradoja.

En la UDI, por ejemplo, creen que este gobierno proyecta confusión y falta de convicción…

Hay algo de eso, sin duda. No hay prioridades, no hay mayor conducción política, y todo es bien caótico mirado desde fuera. En rigor, el Presidente y su entorno carecen de las categorías necesarias para comprender lo que ocurre en el país, y por eso parecen golpearse obstinadamente contra el mismo muro. Pero me parece que está inscrito en el diseño: el Presidente quiere decidirlo todo, y simplemente no alcanza, y no se rodea de políticos con experiencia que podrían ayudarle. Esa es su tragedia. Quiere salvarse solo, y no podrá.

La UDI casi siempre reclama falta de convicción en Piñera. Pero quizás es porque él no tiene las mismas convicciones que la UDI…

Creo que al Presidente le cuesta transmitir un horizonte de significado, un rumbo, y desde allí sumar lealtades. Le cuesta hacer política, en definitiva.

Ahora, ¿ve otro tipo de convicción en el gobierno de Piñera? Porque muchos en el sector dicen que no se ve ninguna, para ningún lado…

Este es el problema, creo. El gobierno no tiene orientaciones demasiado nítidas, y eso desordena. Pero esto fue deliberado. El piñerismo siempre fue la promesa de la buena gestión, y poco más. Hoy día sabemos cuán limitada es esa visión.