Carta al director publicada el viernes 10 de julio de 2020 por La Segunda.

Señor Director:

Las dificultades de nuestra clase política para resolver los problemas derivados del fenómeno migratorio se explican, en parte, porque las diferencias al respecto entre la izquierda más radical y la derecha economicista son menos profundas de lo que se podría suponer.

Los grupos de derecha que apoyan la inmigración enfatizan sus beneficios en el funcionamiento de la economía (como una mayor disponibilidad de mano de obra barata). Por su parte, algunos sectores de izquierda –en línea con liberales de todo el espectro– aseguran que todos somos inmigrantes y que las fronteras son obstáculos que impiden el desarrollo humano. 

Así, personajes tan disímiles como Hernán Büchi –que ha señalado que la llegada de inmigrantes favorece el progreso– y Beatriz Sánchez –que en su programa presidencial propuso la consagración constitucional del derecho humano a migrar– terminan coincidiendo en su aproximación. En su libro “El imperio del mal menor”, publicado hace pocos días por el IES, el intelectual francés Jean-Claude Michéa disecciona estas coincidencias, que a primera vista pueden parecer extrañas. En él explica cómo ciertos sectores de izquierda alimentan las dinámicas que dicen aborrecer, pues la expansión del mercado necesita de la liberación cultural promovida por ellos.

Aunque de la postura de Michéa no se desprende un llamado a cerrar las fronteras ni mucho menos, sus reflexiones permiten suponer que la idea de no restringir el movimiento de personas, en un mundo donde circulan libremente los bienes y el capital, tiene a sus principales defensores tanto en aquella derecha que busca expandir los mercados como en la izquierda que propone emancipar al hombre del yugo cultural de las fronteras. Compleja paradoja, especialmente para estos últimos.