Columna publicada el martes 31 de marzo por La Segunda

Apenas es un murmullo, pero en ciertos ambientes de derecha se mira con sigiloso optimismo el escenario político futuro. Esto excede la mejora presidencial en la Encuesta Cadem, y no responde necesariamente a una actitud maquiavélica. En su mejor versión, la idea podría formularse como sigue. La crisis sanitaria alterará la agenda pública, la economía volverá a ser prioritaria, el principio de autoridad saldrá fortalecido, y los afanes refundacionales se cotizarán a la baja. Y así, suma y sigue.

¿Así? La dinámica iniciada el 18 de octubre fue interrumpida y quizá bajarán los insanos niveles de polarización; pero los anhelos de cambios estructurales –de un nuevo pacto social– difícilmente se esfumarán. Basta tener presente la aplaudida reflexión de Angela Merkel: el mundo enfrentará un ejercicio de reconstrucción que sólo cabe comparar con el titánico esfuerzo de posguerra. ¿Y en qué se tradujo aquel esfuerzo? Por de pronto, en un nuevo papel del Estado. Los tiempos de reconstrucción suelen otorgar protagonismo al aparato estatal, y ahí la tarea era tan significativa que fue indispensable repensar la protección social. En términos simples, las necesidades de la época facilitaron el auge de los llamados Estados de bienestar, en sus distintas variantes.

Desde luego, este panorama no es ajeno a nuestras dificultades. Basta recordar algunas polémicas de los últimos días: cómo remunerar los períodos de cuarentena, cómo resguardar los precarios hogares de ancianos y cómo proteger a los reos ante la dramática situación de nuestras cárceles. Si consideramos, además, las discusiones previas al estallido social y las que éste generó, el resultado es previsible. Las estelas del coronavirus potenciarán la disputa sobre la misión del Estado en el Chile del siglo XXI. De hecho, si nuestro aparato estatal sale bien parado de la lucha contra el Covid-19, la duda aumentará: ¿por qué no podríamos pedirle más en los ámbitos de la previsión, la educación y –sobre todo– la salud?

En suma: antes de sacar cuentas alegres ingenuas o apresuradas, los sectores de centro y de derecha debieran estudiar, por ejemplo, los diferentes tipos de Estado social. Alemania y Suecia no siguieron igual derrotero, ni tampoco son lo mismo hoy que medio siglo atrás. Hay protagonismos del Estado más o menos compatibles con la subsidiariedad y la vitalidad de la sociedad civil. Pero habrá que tomarse en serio el contexto. En varias ocasiones el oficialismo se equivocó al creer que los debates simplemente desaparecerían producto de la coyuntura. Ocurrió luego de la municipal de 2016 y de la presidencial de 2017. Tropezar de nuevo con la misma piedra –sin anticiparse a los desafíos del momento– sería sintomático de una enfermedad crónica e incurable.