Extracto de Mujer y Sociedad: Las corrientes feministas en el debate público chileno, publicado por la investigadora Mariana Canales.

Basta una mirada a nuestra sociedad para advertir que la reflexión en torno a la realidad de la mujer no es solo pertinente, sino también indispensable. Los abusos que han salido a la luz en el último tiempo o lo difícil que es para ella entrar y desenvolverse en espacios generalmente dominados por hombres son algunas expresiones de un estado de cosas que amerita un debate profundo. Constatar todo esto, sin embargo, pareciera no ser suficiente para abordar la situación de la mujer, pues se omiten muchas de sus dificultades. Si se busca enfrentar este asunto en su complejidad, nuestra reflexión debe incluir inevitablemente, por ejemplo, a aquellas mujeres que constituyen el único sustento económico de sus familias y que, para educar y alimentar a sus hijos, viajan horas y están fuera de sus casas gran parte del día. Tampoco se puede dejar de considerar el hecho de que hoy la maternidad es, para muchas mujeres, un “costo” o una “carga” con la que deben lidiar solas. Esto se verifica, por ejemplo, en la tensa relación del sistema de salud con la maternidad (que muchas veces la considera como responsabilidad exclusiva de la mujer) o en la referencia a este tema en algunas entrevistas de trabajo. Prácticas de este tipo repercuten, a su vez, en la concepción de familia que predomina en nuestra sociedad. En efecto, la familia se ha convertido en una carga económica desproporcionada y los hijos en un sacrificio demasiado grande. La mercantilización del cuerpo femenino y su explotación como bien de consumo a través de la publicidad, la pornografía, la prostitución o del emergente mercado en torno a la mater1 Ya en el siglo XX el movimiento feminista en Chile había tenido importancia. Faride Zerán, “Prólogo” a Faride Zerán (ed.), Mayo feminista. La rebelión contra el patriarcado (Santiago: LOM, 2018), 9-20. 2 Ibid., 9 y 10. nidad subrogada —y, por supuesto, los abusos asociados a todas esas dinámicas— confirman la urgencia de explorar más profundamente los problemas vinculados a la mujer y lo femenino. Para muchos en Chile, nada de esto parecía evidente (y para algunos sigue sin serlo) sino hasta mayo de 2018. En esa fecha, un movimiento que hasta entonces solo se había asomado a la esfera pública a propósito de debates particulares como la legalización del aborto1 , emergió con una fuerza singular. Si bien la corriente surgió en paralelo a otra de carácter mundial, en Chile tuvo sus particularidades. Los distintos casos de abusos que en los últimos años remecieron a las universidades, iglesias, colegios o lugares de trabajo motivaron la articulación de un gran movimiento feminista. Según la lectura dominante al interior de sus filas, el fenómeno respondía directamente a esos sucesos: en mayor o menor medida, estos daban cuenta de toda una estructura abusiva en contra de las mujeres. En palabras de Faride Zerán, académica de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Periodismo, el objetivo central de las manifestaciones de 2018 consistía precisamente en la destrucción de “la estructura ideológica patriarcal de la sociedad chilena con la consiguiente inequidad de género y violencia contra la mujer, expresadas en el acoso sexual en las aulas de nuestras universidades, la educación sexista, el lenguaje discriminatorio y otras lacras”.

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