Columna publicada en La Tercera, 06.11.2017

Las elecciones presidenciales siguen su triste derrotero. Piñera está en la cumbre electoral, en bachelético silencio, y debajo de él giran distintos círculos danzantes. Un círculo comprende al resto de los candidatos, caracterizado por sus muecas y gestos obscenos, desesperados por alguna atención.

Otro círculo reúne a los aspirantes a algún cargo, que se pretenden sensuales y aduladores. Un tercer círculo, el del actual gobierno, está compuesto por funcionarios de confianza, que cantan las bondades del “legado” y los horrores de la pérdida del poder. Y, finalmente, hay un último círculo, el ciudadano, donde disfrutamos tanto de comentar nimiedades y reírnos de los personajes en los demás círculos, como de recibir sus halagos.

El conjunto es un negativo de una danza de la primavera: especie de culto a la esterilidad de la política, reducida a cuñas, gestos acartonados y movidas estratégicas.

Sin embargo, por suerte, ni la sociedad ni la opinión pública se reducen a los círculos del poder. Eso solo ocurre en contextos totalitarios. Hay, en cambio, más cosas en movimiento. De hecho, hay indicios de una primavera del debate público que contrasta con la contraprimavera que sufre nuestra política. Si hace cinco años la disyuntiva del país parecía ser “el modelo” o el socialismo, hoy los diagnósticos y las alternativas se han sofisticado bastante. Hemos comenzado a comprender la complejidad y las exigencias de nuestra acelerada modernización capitalista, junto con sus riesgos y oportunidades. Y la posibilidad de construir consensos básicos en el plano del diagnóstico, como ocurrió al inicio del ciclo democrático, ya no parece tan remota, especialmente si la centroizquierda gobernante pierde y emprende, como han propuesto algunos de sus dirigentes, una reconstrucción intelectual.

Los ejemplos de esta primavera son muchos, al punto de constituir una agenda paralela a la electoral. Entre ellos, dos hitos de máximo interés son, por un lado, el rescate de la obra del sociólogo Pedro Morandé, quien construyó una potente crítica cultural a la modernización capitalista, y, por otro, la reflexiva e ilustrada defensa de este proceso emprendida por Carlos Peña, cuyo libro Lo que el dinero sí puede comprar acaba de salir. En el caso de Morandé, a la publicación de sus “Textos sociológicos escogidos” se suma ahora la reedición por parte del IES de su más importante obra: Cultura y modernización en América Latina, que será presentada esta semana por el propio Peña. Y al diálogo entre estos dos polos se sumará una nueva visita al país de Jesse Norman, el político e intelectual inglés que, a través de su libro La gran sociedad, contribuyó a reinstalar -desde una visión conservadora moderna, a la Edmund Burke- la noción de “sociedad civil” en nuestro debate público, abriendo un campo de opciones políticas más allá del Estado y del mercado.

En suma, aunque haya pocas razones para ir a votar con ganas, hay muchas para participar en el debate público, que configurará la política futura. Hay más de un camino para recuperar el sentido y la vitalidad de lo común.

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