Reconstruir Chile, recuperar Chile, esas son las ideas elementales que levantan esa épica. Es un buen momento para insistir, entonces, en que las tareas de reconstrucción exigen un muy buen diagnóstico. Eso significa mantener a raya las explicaciones simplistas de cómo el país ha llegado a su actual situación.
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Tomará unos días llegar a un balance que haga justicia a los hechos principales de la jornada electoral de ayer. Jeanette Jara obtuvo una votación por debajo de su peor pesadilla, pero por otro lado el Senado ha quedado empatado. La suma de las derechas pasa holgadamente el 50%, pero también la votación de Parisi obliga a hacerse muchas preguntas (entre otras, sobre el abismo abierto entre Santiago y las regiones). El dato fundamental, sin embargo, es que la izquierda chilena ha sufrido la peor derrota electoral de su historia.
¿Cómo explicarse este hecho? ¿Qué tiene de solo rechazo al gobierno de Gabriel Boric? ¿Qué tiene de desafección general con la política? ¿Qué de un giro global hacia ideas más afines a la derecha? A todo eso hay que hacer justicia. Pero entre los elementos a reconocer está el sencillo hecho de que, con todos sus problemas, existe hoy una derecha con cierta épica. Eso es algo excepcional. Es cosa de pensar, por ejemplo, en el cierre de campaña de Kast. Se podrá juzgar como se quiera de su estética importada de la política norteamericana, pero ahí encuentra expresión algo de lo que la derecha chilena carecía completamente en su historia reciente.
Y comoquiera que se juzgue del Partido Republicano, el hecho es que esa épica no es efecto de meras técnicas electorales, sino de un trabajo sostenido por años. En medio de la crisis de los partidos, lograron levantar uno con disciplina y formación de militantes, un partido cuya diversidad social y territorial otros apenas podrían soñar. El Partido Republicano puede tener problemas –los tiene–, pero hay que preguntarse en qué lugar estaría la derecha hoy si este proyecto no se hubiera levantado durante los últimos años. Si prospera su relación con las restantes derechas –que ayer se acercaron de modo responsable de cara a la segunda vuelta– ese trabajo podría rendir efectivos frutos para el país.
Reconstruir Chile, recuperar Chile, esas son las ideas elementales que levantan esa épica. Es un buen momento para insistir, entonces, en que las tareas de reconstrucción exigen un muy buen diagnóstico. Eso significa mantener a raya las explicaciones simplistas de cómo el país ha llegado a su actual situación. Pero como lo ilustran las discusiones del estallido social, esto no es algo que a la nueva derecha le resulte natural. No es fácil la épica reflexiva, pero ahí está una de sus tareas indispensables. Otro desafío importante, que les debiera brotar de modo más natural, es la franqueza sobre los sacrificios que están por delante. Reconstruir supone renuncias, pero ninguna candidatura en este ciclo ha sabido hablar de sangre, sudor y lágrimas. ¿No debiera haber un lugar para eso en un proyecto que se presenta como gobierno de emergencia?



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