Las diferencias entre Chile Vamos y republicanos no son abismales. Con distintos énfasis, en ambos laten experiencias e influencias tanto guzmanianas como piñeristas, sin identificarse plenamente con ninguno de estos referentes. Quizá el fragor de la lucha electoral impide notar o explicitar esos puentes antes de la primera vuelta, pero ellos pueden ser un gran activo de cara al desafío conjunto que enfrentarán las derechas desde el 17 de noviembre.
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Hasta ahora, el nervio de la campaña presidencial es la disputa entre las derechas. En parte porque las izquierdas, luego del ciclo estallido/Convención/Boric, hoy tienen poco que ofrecer ante una ciudadanía cuyas prioridades son orden, seguridad, economía y migración; y en parte porque la oposición cuenta con Matthei, Kaiser y Kast, tres candidatos muy competitivos (sin considerar, además, a Parisi). Así, la primera vuelta se convirtió, en los hechos, en la primaria de este sector. Ello explica episodios inimaginables en otro contexto, como la curiosa controversia sobre el legado de Jaime Guzmán.
Aunque la pregunta tendió a formularse en términos ociosos —nadie sabe por cuál derecha se inclinaría hoy Guzmán—, sí es pertinente examinar las opciones en pugna a la luz de los dirigentes que han marcado a fuego su propia trayectoria. En este sentido, es indudable que en la apuesta republicana resuenan tanto el gremialismo como otros rasgos característicos del proyecto contrarrevolucionario de Guzmán. Basta reparar en la índole de su inspiración cristiana y conservadora, en su despliegue territorial y formación de cuadros; en fin, en su dureza con los adversarios.
Con todo, sería apresurado identificar sin más a Guzmán con los republicanos. Por un lado, el asesinado senador fue un político pragmático, que no tuvo problemas en cambiar de opinión sobre diversas materias, ni menos en pactar con sus rivales si las circunstancias así lo sugerían (gracias a él Gabriel Valdés llegó a presidir el Senado). De este modo, Chile Vamos y en particular la UDI también pueden reivindicar algunos atributos de Guzmán que los republicanos han criticado o minusvalorado de modo excesivo.
Por otro lado, aunque JAK irrumpe con fuerza a partir de severas críticas al camino que siguió la centroderecha bajo la hegemonía piñerista —algunas pertinentes, otras destempladas—, también es verdad que varias figuras del primer círculo republicano participaron y se foguearon en los gobiernos del expresidente Piñera. Más aún, hay temas sensibles, como el aborto en tres causales, donde la posición actual de republicanos coincide con la de Piñera: legítimamente críticos de esa ley, legítimamente deciden priorizar otros asuntos.
Miradas desde este ángulo, en suma, las diferencias entre Chile Vamos y republicanos no son abismales. Con distintos énfasis, en ambos laten experiencias e influencias tanto guzmanianas como piñeristas, sin identificarse plenamente con ninguno de estos referentes. Quizá el fragor de la lucha electoral impide notar o explicitar esos puentes antes de la primera vuelta, pero ellos pueden ser un gran activo de cara al desafío conjunto que enfrentarán las derechas desde el 17 de noviembre.



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