Opinión
La hora de Kast

Tiene la oportunidad histórica de convertirse en el líder de un nuevo ciclo histórico favorable a las derechas. La derrota de las izquierdas es simplemente monumental, y tiene poco parangón en nuestra historia.

La hora de Kast

Ayer domingo, José Antonio Kast ganó —con distancia— la primaria de la derecha. El dato no es anecdótico, pues fue el mismo Kast quien decidió transformar la primera vuelta en primaria, al negarse sistemáticamente a someterse al mecanismo previo. Por lo mismo, ahora le asiste el deber de comportarse como el triunfador de una lucha por la hegemonía al interior de las derechas, y no solo como el candidato de segunda vuelta.

La trayectoria de José Antonio Kast puede ser vista como la laboriosa construcción de una plataforma cuyo fin siempre fue cambiar el centro de gravedad de su sector. Su objetivo explícito era claro: arrebatarle la primacía a ChileVamos (y no aceptó la primaria precisamente porque quería que su triunfo fuera incontestado). Es necesario reconocer que, en muchos sentidos, la estrategia fue exitosa: sus contendores ni siquiera estuvieron cerca de sus números, y lo miran muy de lejos. El resultado de ayer es la recompensa de un diseño consistente que se mantuvo en el tiempo, más allá de los vaivenes propios de toda campaña: lo de Kast es cualquier cosa menos improvisación.

Con todo, es necesario consignar un hecho: los talentos necesarios para ganar una primera vuelta y para ejercer liderazgo sobre un partido disciplinado —y sin disidencia interna— son muy distintos de los talentos requeridos para ser cabeza de una coalición con gran diversidad interna. Si se quiere, el gran desafío de Kast pasa por saber transformar su liderazgo para adecuarse a las nuevas circunstancias.

Como buen ganador de una primaria, Kast debe convocar a los derrotados e invitarlos a participar de su proyecto. Para decirlo en simple, él necesita tanto a ChileVamos como ChileVamos lo necesita a él, y su eventual gobierno no tiene destino si no es capaz de construir una mayoría política digna de ese nombre. Eso implica sumar a los partidos, a los parlamentarios más relevantes, a los representantes del piñerismo, a los alcaldes, y la lista es larga. Liderar a grupos tan heterogéneos es difícil, pero no imposible (y allí está el ejemplo de Meloni, mencionado por el propio Kast en un debate).

Es obvio que, para que todo esto ocurra, los derrotados deben estar dispuestos a sumarse, y reconocer al triunfador (y anoche tanto Evelyn Matthei como Johannes Kaiser dieron su apoyo inmediato). Pero el triunfador también debe estar en condiciones de comprender que una coalición amplia tiene sus propias reglas, y que sumar distintas fuerzas supone una flexibilidad táctica mayor a la mostrada hasta hoy. Esto es importante, porque el trato de republicanos a ChileVamos no siempre ha sido el más amable, y eso exige un trabajo muy fino para recuperar confianzas. Solo así la alianza electoral podría ser también una coalición de gobierno.

José Antonio Kast tiene la oportunidad histórica de convertirse en el líder de un nuevo ciclo histórico favorable a las derechas. La derrota de las izquierdas es simplemente monumental, y tiene poco parangón en nuestra historia (¿Alguien tendrá ánimo de explicar el fracaso del gobierno? ¿Alguien se hará responsable del descalabro?). Aprovechar esa oportunidad exige dejar de jugar desde una esquina y abandonar el registro anti-Boric como único recurso. Esas fueron buenas estrategias para el candidato Kast. Pero gobernar Chile requiere más. Mucho más.

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