En su intento de ir por Kast y los republicanos, la exalcaldesa de Providencia ha puesto en riesgo principios importantes de la convivencia democrática y, en particular, de su propio sector.
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En las últimas semanas, Evelyn Matthei ha subido algunos puntos en las encuestas. Con esa alza aparece la tentación en Chile Vamos de pensar que la candidatura entró en una especie de “momentum” y que han encontrado la estrategia definitiva. Que armar una guerra en contra de José Antonio Kast, sacando a relucir el tema de los “bots”, las AFP y los discursos sobre la “ultraderecha” es la fórmula que le va a permitir a Matthei llegar a la segunda vuelta y ganar las presidenciales.
Sin embargo, pueden estar equivocados en al menos dos sentidos: uno de corto y otro de mediano o largo plazo. Respecto del primero, hasta ahora nada permite concluir que Evelyn Matthei le esté quitando votos a José Antonio Kast. De hecho, da la impresión de que la candidata heredera del piñerismo está obteniendo más votos de los indecisos que de la derecha. Al mismo tiempo, la estrategia no es tan rentable como muchos parecen pensar, pues el alza de Matthei es menor frente a los titánicos esfuerzos desplegados: relanzamientos, múltiples giros de campaña (con los desgastes que ello implica) y élites -sobre todo élites- desplegadas para hacer viable su discurso de gobernabilidad. Aun así, Matthei no logra prender ni en los jóvenes ni en los sectores populares.
El segundo, de mediano y largo plazo, es que el discurso de gobernabilidad que ofrece Chile Vamos choca con la realidad cuando observamos los costos altísimos que puede tener la campaña de Matthei en un eventual gobierno. En su intento de ir por Kast y los republicanos, la exalcaldesa de Providencia ha puesto en riesgo principios importantes de la convivencia democrática y, en particular, de su propio sector.
Pensemos, por ejemplo, en su campaña en contra de los “bots” y la desinformación. Nadie podría negar que existen problemas serios con las redes sociales que merecen toda nuestra atención. Pero esos problemas son transversales y no responden sólo a una candidatura o sector político. Basta pensar en las miles de mentiras esparcidas por la izquierda sobre Sebastián Piñera, especialmente durante el estallido social y la pandemia.
Esto ha avanzado hacia lugares más preocupantes durante los últimos días. La campaña de Matthei abrió la puerta y azuzó la cancelación pública de civiles por hacer memes y chistes en redes sociales, favoreciendo que otros expongan sus trabajos, sus nombres y hasta sus sueldos. El entorno de la candidata ha mantenido silencio y su circunstancial aliado -el oficialismo- solo saca provecho de la situación. Empecinados con Kast, los liberales aún ni se percatan de que con todo esto se ha puesto en riesgo la libertad de expresión.
A Matthei y a su entorno se les olvida que ese aliado que hoy les ayuda a combatir al mundo republicano será el primero en hacerles la vida imposible si es que la exalcaldesa se calza la banda presidencial. A Matthei y a su entorno también se les olvida el proyecto refundacional de la Convención Constitucional y la oposición intransigente del Frente Amplio y el Partido Comunista, que muchos en el sector sufrieron en carne propia. De lo contrario, no se explicarían las facilidades con que se pliegan hoy a la narrativa de la “ultraderecha” acuñada por la izquierda. ¿O acaso olvidan que cuando Sebastián Piñera asumió, Camila Vallejo aseguraba que era un gobierno de “ultraderecha”? No se equivoquen: también serán la “ultraderecha” cuando llegue su momento.
La estrategia de Matthei alimenta el monstruo que en teoría busca derrotar. La izquierda crece con esta aproximación de Chile Vamos, pues combate más con ella que contra ella. Si el intervencionismo del gobierno sirve para golpear a Kast, mantienen silencio; si las arremetidas en contra de la libertad de expresión ponen en jaque a los republicanos, que sigan adelante. Y si la disputa interna en el sector va a herir a Kast, aunque no quede derecha en pie, no importa. Vaya forma de ofrecer gobernabilidad.