En rigor, si alguien careció de “oídos” fue Loncon y el mundo del Apruebo (tal como cierto activismo académico que los respaldó). No obstante, en paralelo emergía una notable e inesperada convergencia entre el Chile profundo y los círculos académicos y políticos —ambos transversales— críticos de la Convención.
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“Faltaron oídos técnicos y comunicacionales que pudieran orientar nuestro discurso, el lenguaje con precisión y educar a las personas en torno a lo que implicaba esta nueva Constitución”. Así habló Elisa Loncon en una reciente entrevista en Diario Financiero, con motivo de su candidatura al Senado (el mismo contra el que antes despotricaba). A pocos días de cumplirse tres años del monumental triunfo del Rechazo, vale la pena examinar estas reveladoras palabras de Loncon, que ilustran a la perfección los puntos ciegos de los grupos que apoyaron —y aún apoyan— el proyecto de la fallida Convención.
En efecto, si algo caracterizó la trayectoria de ese malogrado órgano fue la deliberada resistencia a tomarse en serio las señales que sugerían corregir el rumbo, comenzando por los comicios de noviembre de 2021. Ahí, cuando la “constituyente ciudadana” ya llevaba cuatro meses sesionando, el electorado —aún con voto voluntario— entregó una mayoría relativa a José Antonio Kast en la primera vuelta presidencial, junto con generar un Senado adverso para las izquierdas. El viento cambiaba de dirección, pero Loncon, Bassa y compañía se mantuvieron impertérritos.
Ni esa ni las alertas posteriores modificaron su propósito de rehacer la estructura política y económica del país (de hecho, Bassa sigue hablando de la “potencia constituyente”). No se inmutaron ante la renuncia de la exdirectora de The Clinic, Lorena Penjean, a la secretaría de comunicaciones de la Convención, quien ya el 2 de febrero de 2022 vaticinaba un “Brexit” criollo. Igual indiferencia, cuando no hostilidad, predominó ante el manifiesto fundacional de Amarillos por Chile, que anticipó el progresivo recelo que expresarían destacadas figuras políticas e intelectuales de centroizquierda, incluyendo a los expresidentes Frei y Lagos. Todo esto —y también las encuestas— fue descalificado a priori como un “coro catastrofista”, según la triste frase acuñada por una mediática convencional.
En rigor, si alguien careció de “oídos” fue Loncon y el mundo del Apruebo (tal como cierto activismo académico que los respaldó). No obstante, en paralelo emergía una notable e inesperada convergencia entre el Chile profundo y los círculos académicos y políticos —ambos transversales— críticos de la Convención. En uno u otro ámbito, la plurinacionalidad, las justicias paralelas sin los debidos límites y el debilitamiento de las capacidades policiales del Estado sobresalían entre las innovaciones más cuestionadas. Por eso también se equivoca Loncon cuando afirma que faltó “educar a las personas”. Las grandes mayorías comprendieron lo que estaba en juego y por eso en todas las regiones, y con especial fuerza en los sectores rurales y populares, se impuso el Rechazo.