Carta publicada el lunes 26 de febrero de 2024 por El Mercurio.

Señor Director:

En su carta del sábado, la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, Catalina Jofré, fustiga a su institución por el hecho de que en los centros de salud UC Christus hay una serie de prácticas en el ámbito reproductivo que por principio no se realizan. Pero no hay motivo para su indignación, tal vez ni siquiera para la sorpresa. En una sociedad plural las instituciones naturalmente contribuirán al bien común desde la visión de mundo que las inspira. Sería absurdo pedir que la dejen de lado para cumplir con su misión pública. Tal vez ayude el recordar la diferencia entre no atender a un tipo de personas —el tipo de discriminación que efectivamente es incompatible con tal misión— y el no realizar un tipo de actos —algo perfectamente razonable.

Pero introduzcamos una variable más. Ocurre que durante las últimas décadas se ha expandido con fuerza una concepción de la medicina que podemos llamar “transformadora”, en contraste con su tradicional función “restauradora”. No solo está la meta de sanar, sino un proyecto de transformación tecnológica del ser humano. Pero no es nada de evidente que todas las instituciones de salud deban adherir a tal concepción de la medicina. Y una vez que uno plantea este hecho, notará que un amplio elenco de acciones médicas —no solo el aborto, y no solo en el ámbito reproductivo— pueden ser ubicadas en una u otra de estas dos concepciones.

¿Deberían acaso todas las instituciones ser forzadas a adherir a un proyecto transhumanista en las materias que la ley permita? Parece claro que espetar el adjetivo “medieval” no es lo que requiere nuestra sociedad para abordar tan importantes preguntas.