Columna publicada el lunes 12 de febrero de 2024 por La Segunda.

Pocas horas después del trágico accidente que terminó con la vida del expresidente Sebastián Piñera, Ascanio Cavallo esbozó en Tele13 Radio una idea cuya plausibilidad se fue evidenciando a medida que pasaban los días. Dicha idea se resume así: en medio del duelo bien podría estar gestándose un mito, una leyenda, para las derechas y para el país.

Conviene tomarse en serio esa posibilidad. Tanto las circunstancias en que falleció el exmandatario, como la masiva e inesperada reacción popular posterior, favorecen el despliegue del mito. Lo propio ocurre con el manejo de las catástrofes que caracterizó a Piñera y su contraste con quienes, pese a llevar una década haciendo gárgaras con los “territorios”, ni siquiera fueron capaces de actualizar los planes de emergencia comunal en la V región.

Desde el punto de vista político, cabe añadir un elemento adicional: el reconocido compromiso democrático del expresidente, hoy destacado desde Gabriel Boric a la derecha. “Un demócrata desde la primera hora”, dijo el actual mandatario, en uno de varios gestos que cotizaron al alza sus activos como jefe de Estado en la misma proporción en que desataron la furia pública del PC.

Nadie vislumbró este abrupto cambio de escenario: hace pocos años —apenas ayer mirando los procesos de larga duración—, la ultra soñó con derrocar a Piñera, y no estuvo tan lejos de lograrlo. Incluso se le trataba de “dictador”, con la complicidad activa o pasiva de otros dirigentes de izquierda y centroizquierda. Ahora, ya es vox populi que el difunto expresidente fue víctima de la oposición más desleal desde la restauración democrática. Y esto, guste o no, también es funcional a la leyenda que anticipa Cavallo.

A primera vista, el cuadro descrito representa algo así como una pesadilla para el mundo de Apruebo Dignidad (pocas veces el nombre de una coalición ha sido tan revelador de su desacople con el estado de ánimo de la sociedad); y, a la inversa, una gran oportunidad para la oposición. Ciertamente, es así en lo principal: ya no es la derecha quien deberá dar prueba de sus credenciales democráticas. Sin embargo, hay que tener cuidado. Los mitos dotan de discurso y legitimidad, pero comprenderlos de modo errado tiende a enceguecer u obnubilar; a esconder los indispensables matices y precisiones del caso (lo cual ya se ha observado estos días con la alusión a Da Vinci y otros excesos de entusiasmo).

En otras palabras, los mitos ayudan en el plano simbólico y retórico, pero pueden dificultar las aproximaciones equilibradas y los aprendizajes respecto del pasado. Precisamente a eso, sin embargo, deberán apuntar las derechas después del duelo. Porque su desafío no es sólo volver a La Moneda, sino que ofrecer gobernabilidad al país.