Columna publicada el martes 28 de noviembre de 2023 por El Líbero.

El debate que se generó en redes sociales tras el fallecimiento de Luis Larraín Stieb refleja, por un lado, la confusión conceptual entre eutanasia y sedación paliativa y, por otra parte, la importancia de conversar con nuestras familias y amigos tanto sobre la muerte como sobre nuestra actitud ante ella.

Si bien es difícil estar preparados para ese momento y nadie nos “enseña” a morir, no cabe duda de que, si uno pudiera elegir querría una “buena muerte”. Dicho de otro modo, es de suponer que nadie escogería morir en una UCI rodeado de máquinas, con dolor y ante rostros desconocidos. Probablemente tampoco preferiríamos una muerte en absoluta soledad como la experimentó el protagonista de La muerte de Iván Ilich, la novela de Tolstoi.

En esa obra, la familia y el médico de Iván evitan hablar con claridad sobre su inminente fallecimiento. Es Gerasim, el joven criado, la única persona que es sincera con Ilich, y le brinda no sólo cuidados físicos, sino también una suerte de consuelo espiritual. Gerasim acepta la muerte como parte natural de la vida humana y cuida al protagonista con la convicción de que otros harán lo propio por él cuando llegue su hora.

Como decíamos, es probable que nadie quiera una muerte excesivamente medicalizada ni una que ocurra en el más completo abandono. Por el contrario, la mayoría seguramente elegiríamos morir en casa, rodeados de las personas que más queremos y con un oportuno manejo del dolor. Así, un “buen morir” debería entenderse como la posibilidad de recibir cuidados adecuados para aliviar los síntomas que provocan sufrimiento. Es la medicina paliativa la que busca proporcionar una atención integral al paciente y su familia en esa dirección.

La semana pasada, a raíz del deceso de Larraín, se comentó la importancia de distinguir entre sedación paliativa y eutanasia. La sedación paliativa es una herramienta terapéutica que se utiliza como último recurso cuando aparecen síntomas que no responden al tratamiento estándar (refractarios), generalmente relacionados con la dificultad respiratoria, el delirio o el dolor. Se trata, por tanto, de una acción próxima a la muerte. Esta práctica se confunde a veces con la eutanasia, porque en ambas el profesional busca aliviar el dolor y se utilizan fármacos similares. Sin embargo, la intencionalidad es completamente distinta: la sedación paliativa reduce el nivel de conciencia con el fin de aliviar el sufrimiento del paciente sin anticipar el fallecimiento, mientras que la eutanasia busca provocar directamente la muerte.

En un contexto en que la vida se ha extendido mucho y en que los cuidados se vuelven cada vez más relevantes, es necesario establecer ciertas implicancias del “buen morir”. En primer lugar, es muy importante aceptar la muerte y no alargar innecesariamente la vida a cualquier costo. Por otro lado, implica asegurar el acceso a cuidados paliativos y haber conversado con nuestros familiares y amigos qué tipo de atenciones médicas queremos (o no). Por ejemplo, en qué casos rechazaríamos tratamientos invasivos o el ingreso a UCI. Hay personas que dejan un documento de voluntad anticipada. Esta declaración no es un “cheque en blanco”. Tal como señalan los lineamientos sobre voluntades anticipadas recientemente publicados por el Minsal, se pueden expresar preferencias de atención médica, siempre que no contravengan la ley (como lo sería el solicitar la eutanasia), o pedir tratamientos no recomendados o experimentales sin evidencia de su utilidad.

Finalmente, la pregunta es cómo dar más humanidad a esta realidad que todos enfrentaremos. Tal vez tengamos la suerte de contar con la compañía de un Gerasim, que sepa estar junto a nosotros en los últimos momentos de nuestra vida.