Columna publicada el martes 31 de octubre de 2023 por El Líbero.

La semana pasada el presidente Boric declaró que ya casi no lee la prensa nacional pues esta publica solo malas noticias, e invitó a la ciudadanía a imitar su ejemplo. En menos de 24 horas la Asociación Nacional de la Prensa salió a condenar sus dichos, señalando que confían en que el Mandatario no seguirá el camino de líderes como Trump, Maduro, López Obrador o Cristina Fernández, cuestionados por su trato hostil hacia los medios. De igual manera dos organismos internacionales, la Sociedad Interamericana de la Prensa y la Organización Mundial de Periódicos y Editores de Noticias, repudiaron lo que consideraron un “ataque” a la prensa.

¿Es beneficioso para la democracia que un jefe de Estado exprese tan abiertamente su molestia por cómo se lleva a cabo el periodismo en su país?

Incluso un análisis superficial nos lleva a pensar que no. El problema es que no estamos ante un cuestionamiento aislado a la labor periodística, sino de un patrón recurrente en la administración de Boric. Desde el anuncio del manual de Izkia Siches sobre cómo informar “sin estigmas” en temas sensibles como migración y pueblos originarios en los medios de comunicación, la entrevista de Camila Vallejo al Presidente para saltarse la mediación de la prensa, hasta atribuir la derrota de la Convención a las fake news, estos sucesos evidencian una actitud reiterada en su gobierno con respecto a los medios.

Boric no es ajeno a los enfrentamientos con la prensa. Por mencionar algunos, durante su campaña presidencial llamó “irresponsable” a un periodista de Radio Biobío por una pregunta relacionada con un test de drogas. También criticó a La Tercera acusándola de “inventar noticias falsas” y en otra oportunidad emplazó a una periodista del mismo medio a revelar sus fuentes, generando risas de todo el gabinete presente. Si bien es válido argumentar que existen criterios periodísticos cuestionables, el gobierno no puede responder del modo en que lo hace. 

La libertad de prensa que cuestiona la izquierda de Boric es un pilar central para cualquier democracia, no solo porque sirve para vigilar al poder y su ejercicio, su labor más evidente. También garantiza un espacio para que se exprese la sociedad civil y que ocurra el tan necesario diálogo público.

Por esto, la hostilidad con la prensa y la creación de organismos como la  “Comisión Asesora contra la desinformación” puede ir en la dirección contraria a la libertad de expresión. El Estado debe fomentar un periodismo pluralista donde diversas voces sean oídas y valoradas. 

Es comprensible la molestia de Boric hacia la prensa, especialmente ante noticias incómodas que involucran a su sector como el caso Convenios, el caso Lencería o la crisis educacional en la región de Atacama, entre otros temas a nivel nacional. El Presidente ahora parece haber encontrado una solución al problema: simplemente ignorar la realidad y criticar a la prensa. 

En la Argentina de 1930, cuando el país enfrentaba una crisis sin precedentes, se decía que al presidente Hipólito Yrigoyen se le entregaba una versión editada de las noticias, omitiendo hechos negativos para evitarle malos ratos. Tras las recientes polémicas del presidente Boric con los medios, no puede evitarse la pregunta de si no sería mejor que los asesores del segundo piso crearan un nuevo medio de comunicación: el “Diario de Boric”.