Carta publicada el viernes 1 de abril de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

El día de ayer, y luego de haberse negado en varias ocasiones el derecho preferente de los padres a la educación de sus hijos, el pleno de la Convención rechazó el reconocimiento del derecho de los padres a entregar la “educación religiosa y moral” de acuerdo a “sus propias convicciones”. La señal es muy preocupante, porque implica negarle toda consistencia a la familia en cuanto instancia de transmisión cultural.

Desde luego, subyace acá —una vez más— una visión estatista, que linda en el totalitarismo: será el gran hermano el encargado de decidir qué es lo mejor para nuestros niños, y sobra decir que ese gran hermano no se tomará la molestia de preguntarnos nuestra opinión.

Quizás sea el momento de comprender a cabalidad en qué consiste el proyecto de quienes tienen las mayorías en la Convención: acumular el máximo de poder en el Estado en detrimento de todas las asociaciones intermedias, incluida la familia. Dentro del Estado, todo; fuera de él, nada: tal parece ser la consigna dominante. Si las agrupaciones intermedias no hacen todo lo posible por resistir esta embestida, vendrán días sombríos para nuestro país.