Columna publicada el lunes 11 de septiembre de 2023 por La Segunda.

“Mucho me temo que estemos caminando hacia un golpe de Estado”, escribía Jorge Alessandri en una de sus cartas en 1964. Otra carta, más conocida, es aquella en que Radomiro Tomic, el 25 de agosto de 1973, afirmaba que “unos más que otros, entre todos estamos empujando la democracia chilena al matadero”. Aunque presagien lo mismo, la diferencia entre ambas cartas salta a la vista. Difieren no solo por el talante y posición de sus autores. Lo que las vuelve profundamente distintas es más bien la larga y decisiva década que las separa. Al comienzo de esa década, la afirmación de Alessandri solo refleja el atisbo de una tensión muy seria. En agosto del 73, la carta de Tomic sugiere algo bien distinto, una catástrofe inminente.

¿Una catástrofe inevitable? Ante esa palabra se suele retroceder. Las personas son libres, la historia es contingente, mientras que la idea de lo inevitable, en cambio, parece diluir responsabilidades. Todo eso es cierto. Pero no es menos cierto que, con el paso del tiempo y la acumulación de decisiones, los caminos se estrechan. Se trata de un hecho elemental, pero uno que nos resulta cada vez más difícil reconocer. Nos seduce la idea de que siempre hay una posibilidad abierta, un plebiscito convocado a última hora o algún recurso similar. Pero entonces como ahora, las opciones que en algún momento están sobre la mesa se van diluyendo. No es que se entre en el reino de la simple necesidad, pero sí hay posibilidades que se agotan y a veces todas las que quedan pueden ser horribles.

Por lo que a este punto respecta, quizá la voz más lúcida de esta conmemoración ha sido la de Alfredo Sepúlveda. En entrevista con El País, recordaba este sábado el escaso efecto práctico que puede tener en una futura crisis política una condena al golpe hoy. Ese tipo de condena puede provenir del genuino horror ante las atrocidades de la dictadura, pero también puede venir de una frívola inconciencia de cómo las posibilidades se van estrechando; de que es precisamente ese estrechamiento el que se debe evitar.

Esta es, por lo demás, la lógica de toda la vida humana y de toda vida social. Pudimos haber tenido una conmemoración algo distinta, apenas meses atrás esa posibilidad existía. Pero una vez dinamitados los puentes, la posibilidad de cruzarlos, al menos para el día 11, dejó de existir. Si algo ha caracterizado la conducción del Presidente Boric en estas fechas, es la simple inconciencia de este hecho. Nuestra situación no es la de 50 años atrás, claro está, aunque la polarización sea real. Hay más degradación que odio, más frivolidad que grandes proyectos rivales. El destino puede ser la simple decadencia en lugar de horror. Pero para perjuicio del país, los caminos se estrechan.