Columna publicada el día domingo 9 de julio de 2023 por La Tercera.

Hace 10 años (2013) se publicaron los resultados del segundo estudio de competencias básicas de la población adulta realizado por el Centro de Microdatos de la UChile. Dicho estudio dejó en evidencia que un 44% de los chilenos adultos no llegaba a un nivel básico de comprensión de textos y un 51% presentaba una discapacidad equivalente en aritmética básica. Si a los analfabetos funcionales se sumaban los que sólo podían entender textos simples, el porcentaje total sobrepasaba el 80% de la población. En tanto, entre los profesionales chilenos se detectó un 27% de analfabetos funcionales, llegando a 65% si se consideraba a aquellos que sólo podían entender textos simples. El estudio también mostraba que no había mejoras significativas en estas materias desde 1998.

Hace 5 años (2018) aparecieron los resultados de la prueba PIAAC (OCDE), que mide competencias en lectura, aritmética y solución de problemas en ambientes tecnológicos en personas entre los 15 y 65 años de los países pertenecientes a la organización. Chile mostró uno de los peores rendimientos, con cerca de un 50% de analfabetismo funcional. En una escala de 0 a 500, Chile estuvo 47 puntos por debajo del promedio OCDE en lectura y  52 puntos por debajo en aritmética. En tanto, sólo un 5% de los profesionales se ubicó en los tramos máximos de rendimiento, siendo el promedio OCDE 23%. El promedio general de comprensión lectora de los profesionales chilenos resultó menor al de los no profesionales OCDE.

Esta semana se liberaron los resultados del SIMCE 2022, que refleja el daño generado por el encierro pandémico. 3 de cada 5 estudiantes de cuarto básico no comprenden lo que leen, y esto afecta especialmente a los niveles socioeconómicos más bajos. En segundo medio todos retroceden respecto a los ya bajos estándares prepandémicos, excepto los estudiantes de clase alta. Al mismo tiempo, la Fundación Familias Power –fundación no callampa que realiza talleres de incentivo a la lectura a más de mil escolares vulnerables- constató que sólo un 13% de los estudiantes de cuarto básico con los que trabajan entiende lo que lee, mientras que un 72,5% de sus alumnos de quinto básico no entiende lo que lee.

Tenemos, entonces, un hecho: cerca de la mitad de los chilenos no entiende lo que lee. Esto no ha cambiado en tres décadas. A menor nivel socioeconómico, mayor el problema. Y, por lo mismo, mientras más se masifica la educación universitaria, aumenta también el número de profesionales con baja capacidad de comprensión lectora o analfabetos funcionales.

Ya que la habilitación cognitiva medida en la comprensión lectora y el uso adecuado de aritmética básica  refleja básicamente la capacidad de razonamiento abstracto de las personas, alguien con baja comprensión de lectura o que derechamente no entiende lo que lee difícilmente podrá desarrollarse de manera satisfactoria como estudiante universitario o como profesional. Luego, seguir empujando estudiantes no preparados hacia la educación universitaria es básicamente producir más frustración y daño, malgastando vidas y recursos en una actividad carente de sentido.

Una pregunta es por qué a casi nadie le importa esto, que no es nuevo. La respuesta es un retrato de los males del país: la clase media ve los títulos universitarios como si fueran títulos nobiliarios y otorgaran derecho a estándares de vida superiores. Arriba, muchos viven apoltronados del negocio universitario, ya sea como dueños de universidades o cosechando buenos sueldos de ellas. No hay incentivo a la crítica. En tanto, los políticos de ayer se felicitaban entre ellos por la masificación vía CAE, mientras que nuestros gobernantes de hoy operan un esquema político piramidal cuyo combustible es la deuda y la frustración. El Frente Amplio –que sigue haciendo política de campus- ha terminado viviendo, entre otras cosas, de prometer a los universitarios indignados los “derechos” que creen merecer, sabiendo que no podrán cumplir en general, pero salvando a los más leales con peguitas bien pagadas en el Estado o en alguna fundación o  movimiento identitario callampa, dedicados a capitalizar militancia y victimismo. ¿Cómo caímos tan bajo? ¿Cómo podremos salir de aquí?