Columna publicada el viernes 5 de mayo de 2023 en La Segunda.

Si los pronósticos aciertan, una de las noticias de este domingo será el crecimiento electoral del Partido Republicano. Sería un paso más en una crisis de oferta política que se arrastra por años. De manera consistente, la ciudadanía ha votado sin encontrar representantes que sepan responder al hastío que produce que ni los gobiernos, ni el Congreso ni la Convención hayan dado el ancho.

¿Qué impulsa el ascenso de los republicanos? Desde luego, la falta de un proyecto político en los partidos tradicionales de derecha, su escasa renovación, y las dificultades y virajes experimentados en los mandatos de Sebastián Piñera. Pese al esfuerzo de algunos de sus dirigentes por reconstruir al sector, todo indica que el proceso de recomposición será más largo de lo previsto. Sobre todo, porque la moderación no alcanza a ser un proyecto por sí sola.

Con todo, es posible preguntarse si los republicanos tienen las capacidades necesarias para hacer frente al delicado momento político y social por el que pasamos. ¿Hay un diagnóstico adecuado a las circunstancias? ¿Cuentan con las herramientas para construir mayorías? ¿Basta con convicciones graníticas para cerrar las enormes brechas que cruzan al país? La manoseada agenda del sentido común quizás sea suficiente para conectar con electores cabreados y desencantados, pero no basta para elaborar una Constitución ni mucho menos para gobernar.

Porque han sido varios quienes han creído ser los únicos capaces de entender a un pueblo esquivo, que se resiste a caber en las categorías de los actores políticos. Los triunfadores de hace pocos meses hoy lloran sus derrotas. No solo por su incapacidad, sino por la profundidad de nuestra crisis y la rápida decepción que generan sus errores. De ahí que cualquier lectura demasiado tajante sobre los resultados electorales esté siempre hipotecada. Ni una constitución de revancha ni “los acuerdos los vamos a poner nosotros” parecen caminos adecuados para el actual proceso.

La retórica dura y confrontacional –derechita light, cobarde, amarilla, acomplejada– es un recurso fácil y vendedor, adaptado de otras derechas duras del mundo a las que han terminado por parecerse en temas importantes. Pero es pan para hoy y hambre para mañana. Pronto deberán buscar alianzas con el mismo adversario para trabajar en el Consejo o en un eventual gobierno. No es descabellado pensar que pueden sufrir problemas análogos a los del presidente Boric en el futuro. La pura voluntad no es pegamento suficiente para una coalición ni para recuperar Chile. Es sencillo jugar al riflero denunciante. ¿Serán capaces de dar el siguiente paso? Con la pelota en su cancha, el PR tendrá que demostrar si tiene sentido de Estado o si terminan siendo simple