Columna publicada el lunes 22 de agosto de 2022 por La Segunda.

“Más enfocados en atacar” que “en responder con argumentos”. Así resumía ayer Carlos Maldonado en sus redes sociales uno de los hechos políticos de estos días. Me refiero a las diatribas constantes contra aquellos dirigentes que jamás han sido de derecha y que sin embargo rechazan la propuesta constitucional que se plebiscita el 4 de septiembre —el extenso listado incluye a un expresidente y varios exministros y exparlamentarios—. 

La objeción alcanzó su punto más alto (esto es: de mayor bajeza y odiosidad) cuando algunos miembros de la “centroizquierda por el Rechazo” reivindicaron el imaginario del 5 de octubre de 1988. Es extraño el reparo: si nadie puede apropiarse del “No” —eso arguyen los críticos—, ¿por qué ese hito pertenecería en forma exclusiva a los que votan Apruebo? ¿Acaso no puede ser empleado por quienes participaron o se consideran legítimos herederos de la restauración democrática? 

Conviene advertir, además, que el triunfo del “No” es el antecedente inmediato de los vilipendiados 30 años, aquel período juzgado como pura “opresión y despojo” en la Convención; el mismo órgano que denostó a los expresidentes de la república, a los partidos políticos y a la ex Concertación. ¿No es comprensible que muchos dirigentes de ese mundo se hayan distanciado del órgano constituyente y su texto?

Nótese la paradoja: antes se denunció que el Chile posdictadura era una mera continuidad del régimen autoritario —ilustres exconvencionistas han explotado una y otra vez esa tesis—. Ahora, en cambio, no faltan los que se creen autorizados para sentenciar quién (no) puede invocar los símbolos y la narrativa del mismo retorno a la democracia que poco tiempo atrás se minusvaloraba. Curioso.

Nada de esto es anecdótico. Por un lado, la lógica de la “medida de lo posible” siempre ha irritado a la nueva izquierda (si alguien lo duda puede googlear “¿Quién define lo posible?”, la dura columna que escribió el entonces diputado Boric apenas falleció el expresidente Aylwin). Por otro lado, una diferencia relevante entre la Concertación original y las fuerzas de izquierda que dominaron la Convención es que estas últimas no supieron ganar. O para ser más precisos: nunca quisieron articular un proyecto de alcance nacional. Lo suyo era otra cosa.

Más allá de sus defectos o tareas pendientes, el aire que se respiraba en esa Concertación original era muy distinto. Había más visión de Estado y a la hora de la victoria el mensaje fue claro. Basta recordar el célebre editorial del diario “La época” del 6 de octubre de 1988: “sería ingenuo pretender que exista un solo pensamiento rector o que alguien pretendiera imponer hegemonía de sus propias ideas aplastando las de los demás”. Ya lo decía Patricio Aylwin: Chile es uno solo.