Columna publicada el lunes 1 de agosto de 2022 por La Segunda.

Los parlamentarios de oposición que critican a La Moneda por su desempeño en la
Araucanía “se pegaron en la cabeza”, dijo el viernes, casi con desprecio, la ministra Siches.
Y lo dijo ni más ni menos que en la testera de la Cámara de Diputados —por supuesto, tuvo
que retractarse de inmediato—. Me temo que este nuevo desaguisado de la jefa del gabinete
ministerial resume a la perfección el delicado momento que vive el gobierno.
Por un lado, el Ejecutivo no consigue trabar relaciones virtuosas con el Congreso Nacional.
No deja de sorprender que la ministra Siches haya proferido este “insulto” —así lo calificó
la vicepresidenta de la cámara baja, Claudia Mix— en medio de una votación crucial,
referida al estado de emergencia en la Araucanía. Apenas una semana antes el gobierno
perdió la votación sobre infraestructura crítica. ¿No había que ser especialmente cuidadosos
ahora con la oposición y los parlamentarios en general? ¿Para qué tensionar las cosas en
forma innecesaria?

Por otro lado, este tipo de preguntas nos llevan al fondo del asunto: con la excepción del
ministro Marcel, los principales liderazgos de La Moneda sencillamente no logran dar con
el tono adecuado a la hora de ejercer sus responsabilidades básicas. En rigor, desde la
fallida visita a Temucuicui del pasado 15 de marzo los problemas para “habitar el cargo”
se acumulan a un ritmo vertiginoso. Y aunque la expresidenta del Colegio Médico ha
protagonizado varios episodios de esta índole, es evidente que las dificultades no se
reducen a Siches.

Así se advierte, sin ir más lejos, al revisar las discusiones de las últimas semanas, marcadas
por las polémicas sobre las cuentas del Ejecutivo en redes sociales y el comportamiento del
propio presidente Boric. El ministerio Segegob y él mismo están en el ojo del huracán por
las reiteradas acusaciones sobre intervencionismo electoral. No obstante, el primer
mandatario continúa desafiando su deber legal de prescindencia con la misma energía con
la que empuña megáfonos y declama artículos del texto de la Convención. ¿Dónde quedó el
tono del balotaje y la cuenta pública? ¿Fue sólo una puesta en escena? ¿Cómo no asumir las
diferencias entre lo que implica ser un dirigente estudiantil y portar la piocha de
O’Higgins?

Si a La Moneda de verdad le importa el 5 de septiembre, y no solo el 4, debería aquilatar
bien este cuadro. Gane quien gane, Chile necesitará liderazgos políticos orientados a
articular acuerdos transversales. En principio Gabriel Boric debería jugar un papel clave en
esa tarea, pero la praxis política crea sus propias condiciones de posibilidad. Dicho en
simple, nadie tiene asegurado su lugar en la mesa: basta recordar el 15 de noviembre de
2019.