En las últimas décadas la figura paterna ha experimentado un proceso paradójico en Chile, siguiendo la tendencia de otros países del mundo occidental. Por un lado, en todos los estratos sociales las representaciones sobre la paternidad se han distanciado de la matriz tradicional o “moderno industrial”, caracterizada por la imagen del padre distante y jerárquico, centrado en su trabajo y en proveer a su familia. Dichas representaciones han sido reemplazadas por un modelo paterno más cercano desde el punto de vista afectivo, involucrado en la vida cotidiana de sus hijos y más colaborativo en la crianza. Aunque este movimiento ha sido de largo aliento —ya Tocqueville habla de los efectos que la igualdad democrática sobre los vínculos familiares, recortando las distancias tradicionales entre padres e hijos—, éste se ha agudizado en las sociedades contemporáneas producto de cambios demográficos, socioeconómicos y culturales de diversa índole. Así, actualmente se postula la idea de una “nueva paternidad”, y si bien este ideal cultural presenta un desfase respecto de lo que sucede efectivamente en la práctica —y no está exento de contradicciones y ambigüedades—, ha ido afianzándose paulatinamente, sobre todo en las generaciones más jóvenes. 

Por otro lado, y en paralelo al fenómeno anterior, la ausencia del padre en muchas familias —que ha sido una constante en la historia chilena—, es todavía un problema. Más aún, ha encontrado nuevas manifestaciones en un contexto de agudas transformaciones en las configuraciones familiares, tanto en su estructura como en su dinámica interna. Así, para un porcentaje importante de la población, el padre continúa siendo una figura ajena, degradada y casi invisible, muchas veces considerada indiferente o, en el mejor de los casos, secundaria en comparación con la madre, sobre la que aún recae la mayor parte de las expectativas y responsabilidades familiares. 

El propósito de este documento es aproximarse al contradictorio escenario recién descrito. En primer lugar, ofreceremos un panorama general de la situación actual de la paternidad en Chile, con especial énfasis en el problema de la ausencia paterna. Luego, realizaremos un breve repaso histórico que ayude a comprender el origen de la debilidad de la figura del padre en la cultura chilena y latinoamericana y, como contrapunto, la centralidad de la madre en ella. En la sección que sigue buscamos mostrar cómo los intentos por introducir al padre en la familia, aun cuando tuvieron efectos beneficiosos, también trajeron consigo dinámicas internas que, bajo una rígida separación de roles, aseguraron una presencia física que no siempre estuvo acompañada de un involucramiento afectivo y cotidiano. El cuarto apartado muestra cómo el camino hacia un nuevo modelo de paternidad, más cercano y participativo, se ha enfrentado a un escenario contemporáneo no exento de contradicciones que nos deja en la situación paradójica en que nos encontramos. Finalmente, añadimos algunas consideraciones en torno a la necesidad de articular las condiciones sociales que favorezcan y hagan efectivamente posible las exigencias de una nueva paternidad.