Entrevista publicada el 11.08.19 en el diario El Centro de Talca (pág 12 y 13).

Josefina Araos analiza las ideas de Pedro Morandé, formador de generaciones y el intelectual católico chileno más relevante del siglo XX, autor de “Cultura y modernización en América Latina”, editado por el IES. Morandé explica que su obra está orientada a las grandes preguntas que atraviesan a la sociedad moderna”.

En medio de la crisis mundial, “Cultura y modernización de América Latina (IES, 2018), de Pedro Morandé, es una brújula en tiempos de incertidumbre. “En los últimos años, tanto Chile como el mundo parecieran estar en un escenario de crisis… Superar la desorientación que trae consigo toda crisis exige comprenderla. Y para ello, siempre puede ser de ayuda retomar a aquellos que en otros momentos han intentado interpretar sus propios escenarios de crisis . El libro de Morandé constituye un esfuerzo de este tipo”, precisa Josefina Araos, investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad y autora de un estudio preliminar que incluye la edición del IES.

¿Cómo surge la nueva edición de Cultura y modernización en América Latina de Pedro Morandé?

Este proyecto tuvo dos objetivos. El primero constituye una motivación central de la editorial del IES: rescatar un texto y autor relevante que, por diversos motivos, han quedado en la penumbra. Este no es el primer libro de Morandé que publicamos en el IES, pues ya el 2010 reeditamos Ritual y palabra, un resumen de su tesis doctoral muy difícil de conseguir. Con este nuevo ensayo consolidamos el esfuerzo por recuperar el pensamiento de un intelectual de su talla, recientemente reconocido como Doctor Scientiae et Honoris Causa por la Universidad Católica. El segundo objetivo se vincula con la preocupación de nuestro instituto por introducir nuevas perspectivas al debate público. Estábamos convencidos de que la crítica de Morandé a los diversos proyectos de modernización implementados en América Latina durante el siglo XX podía ser un aporte para la reflexión que se ha ido generando en nuestro país desde las movilizaciones estudiantiles del 2011. De alguna manera, hoy hemos tomado consciencia de los problemas derivados de la aplicación del último gran proyecto de modernización, llevado a cabo durante el régimen de Pinochet y consolidado luego en democracia. Y sobre eso, Morandé tiene mucho que decir.

¿Considera que Morandé muestra una alternativa para comprender la crisis actual en Chile y Latinoamérica?

Esa es la razón central que inspiró esta reedición. En la obra de Morandé aparece una perspectiva hasta ahora ausente en el debate público: la llamada a no concentrarnos exclusivamente en la discusión sobre los límites del modelo o sus alternativas, sino también a reflexionar sobre la realidad en la que esos modelos se aplican. La modernización, dice Morandé, no puede pensarse en abstracto, pues entonces se transforma en un horizonte normativo y universalizante al cual las sociedades deben adecuarse. Eso puede transformarse en un programa sumamente violento, y la implementación del neoliberalismo en Chile es una buena muestra de ello. Su propuesta es valiosa entonces porque obliga a desplazar la mirada desde las opciones de desarrollo a la cultura latinoamericana y a las particularidades de su historia. Perspectiva que hoy autores como Carlos Ruiz en su último libro están empezando a tomar en cuenta.

Carlos Peña en una crónica señaló que “Pedro Morandé es el intelectual católico más relevante del siglo XX chileno”. ¿Cuál es su vigencia?

Efectivamente, Morandé es uno de los más importantes intelectuales católicos de nuestro país. Y es importante enfatizar el adjetivo “católico”, pues Morandé ha reivindicado al catolicismo como una perspectiva relevante para considerar en el debate público. Para él, la fe no es apenas una experiencia espiritual vivida en privado sino un modo de habitar el mundo, una racionalidad propia que tiene algo que decir sobre nuestra vida en común. En ese sentido, toda la obra de Morandé está orientada a las grandes preguntas que atraviesan a la sociedad moderna, preocupado especialmente por el destino de las personas y los pueblos en el contexto de una sociedad funcional y tecnológica. Y en eso reside su principal vigencia. Uno podrá tener diferencias con sus hipótesis, pero las preguntas que lo inspiran y la perspectiva que ofrece siguen siendo tremendamente actuales.

¿Qué significa que pensar en la modernidad remita a nuestra identidad cultural y darle un sentido?

Significa que no podemos pensar la modernidad en abstracto. La modernización no consiste en una lista de pasos a seguir, una suerte de programa técnico establecido de antemano. Morandé critica a los gobiernos latinoamericanos del siglo XX y a las ciencias sociales que los secundaron por haber tomado el modelo europeo y norteamericano sin cuestionamientos, transformándolo en un dogma que simplemente había que replicar en nuestra región. Eso se tradujo en la reducción de la cultura e historia latinoamericana a meros obstáculos que supuestamente impedían aplicar con éxito los distintos modelos. Todas nuestras particularidades eran consideradas resabios obsoletos de una sociedad tradicional que había que superar. Por eso Morandé reclama que las ciencias sociales deben volver los ojos a la cultura, a la realidad histórica de América Latina para pensar desde ahí cualquier alternativa de desarrollo.

En la búsqueda de ese sentido, Morandé es crítico de transportar teorías europeas al suelo latinoamericano. ¿Cómo ha sido la experiencia chilena?

Para Morandé, esa exportación es negativa. Pero no porque sea extranjera, pues lo suyo no es una reivindicación localista, sino una crítica al modo en que esa hipótesis se adoptó en nuestra región. El desarrollismo latinoamericano que lideró los proyectos de modernización en nuestra región estableció un horizonte normativo al que América Latina debía obligatoriamente adecuarse, y los efectos de ello fueron problemáticos. Morandé habla de los “costos sociales” que la teoría económica usó para justificar las medidas propuestas, recordando que estos no son números sino personas concretas. Por poner un ejemplo: los “costos sociales” de la modernización capitalista implementada en los años 80 en Chile (más allá del balance que hagamos hoy) significaron en en ese momento el empobrecimiento y precarización de los grupos más desfavorecidos de nuestro país, por lo demás en el contexto de una dictadura que violó sistemáticamente los derechos humanos. ¿Puede justificarse éticamente un modelo a costa de la existencia de las personas a las que, se supone, ese modelo debía orientarse?

¿Dónde supone Morandé que se deben buscar los fundamentos para alcanzar una modernización?

Morandé no quiere establecer una nueva lista de pasos para alcanzar el desarrollo, sino ofrecer un criterio para pensar las distintas alternativas disponibles. Le interesa que la modernización no se asuma como resuelta, porque si se hace así se olvida a los protagonistas a los que en principio cualquier proyecto debiera adecuarse. Si sólo pensamos en el modelo y no en las particularidades de la cultura donde se aplica, podemos terminar en una imposición violenta, pues el objetivo será alcanzar ese horizonte, sin importar los costos que implique. En ese sentido, Morandé no trata de establecer el fundamento de un nuevo proyecto de modernización, sino de recordar que la consideración de la realidad cultural (y de sus protagonistas) debe estar en la base de cualquier proyecto, sea cual sea.

Un esfuerzo que en el siglo pasado hicieron Mariategui, Eyzaguirre y Vasconcelos. ¿Cuál fue su balance? 

Morandé hace referencia a los ensayistas latinoamericanos que a comienzos del siglo XX formularon una primera crítica a los proyectos de desarrollo aplicados en nuestro continente. Estos autores cuestionaron que las elites políticas del siglo XIX redujeron al pueblo latinoamericano a mera barbarie, y se concentraron en trasplantar modelos que había que reproducir tal cual, pues se asumía que en nuestras tierras no había cultura. Es como si hubieran sido un papel en blanco sobre el cual había que empezar a dibujar. Sin embargo, Morandé reclama que la reflexión de estos ensayistas quedó en el olvido. La generación posterior de intelectuales los relegó por “diletantes”, alejados de la investigación científica propia de las ciencias sociales modernas. Ese olvido implicó que la sociología se alejara del estudio de la cultura y se transformara, para usar sus palabras, en una “tecnología del cambio social programado”. Con su libro, Morandé quiso justamente recuperar una reflexión cultural sobre América Latina, donde la modernidad se asuma no como un problema técnico sino ético: las dificultades para alcanzar el desarrollo no se deben a la aplicación frustrada de tal o cual proyecto, sino al ocultamiento de nuestra identidad mestiza, católica y barroca. Mientras ella no sea considerada, seguiremos reproduciendo las mismas tensiones.