Carta publicada el lunes 9 de mayo de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

Hace pocos días, el Presidente Gabriel Boric llamó a un acuerdo transversal en torno a la violencia. Su diagnóstico implícito parece ser que el control del orden público requiere de un consenso amplio entre todos los sectores. Sin embargo, las principales dificultades no parecen estar en la oposición, sino en su propio gabinete.

En efecto, en entrevista publicada ayer, la ministra de Justicia se negó a afirmar la culpabilidad de Celestino Córdova, declarado culpable en la quema de dos ancianos vivos. Así, se dio el lujo de poner en duda —desde su alto cargo y los privilegios asociados— una resolución judicial en un caso de alto impacto público. Ayer también, la ministra Siches aseveró que los balazos que la recibieron en su frustrada visita a Temucuicui no le produjeron temor, y que no fueron más que un acto de protesta. Sabemos, entonces, que la encargada de nuestra seguridad considera que los disparos son parte de la nueva normalidad.

Mientras la generación que nos gobierna no asuma que el ejercicio del poder conlleva responsabilidades graves, incompatibles con el papel de activista de ONG, no habrá posibilidad alguna de recuperar la legitimidad y autoridad del Estado —condición indispensable de cualquier transformación profunda—. Dicho de otro modo, las palabras del Presidente corren el riesgo de convertirse en irrelevantes si no van acompañadas de un discurso coherente de todo el oficialismo. Por lo demás, acá reside una de las principales causas del desfonde oficialista: la ciudadanía no percibe que la generación rebelde esté dispuesta a madurar, y tomarse en serio sus desafíos.

Están al borde de desperdiciar una oportunidad histórica en el altar de la frivolidad adolescente, y no parecen darse por enterados.