Columna publicada el lunes 31 de enero de 2022 por La Segunda.

Ante la más mínima crítica sobre la Convención, cierto progresismo ambiente suele replicar que se trata —Bassa dixit— de una “campaña de desprestigio contra la constituyente”. Hoy, sin embargo, esa condescendencia ciega ya no se sostiene. Las votaciones en el pleno parten en apenas un par de semanas y varias comisiones ya han aprobado en general iniciativas graves e infundadas.

Hablamos de eliminar el Senado (el presidencialismo exige dos Cámaras); de soberanía alimentaria, con fijación de precios y restricciones para exportar e importar alimentos; de la nulidad de toda concesión en territorios indígenas (con restitución de tierras desde la Colonia); de parlamentos regionales con potestad para crear bancos y contraer deuda; y de diversos atropellos a la independencia judicial, incluyendo una comisión presidencial que evalúa a los ministros de Corte (la semejanza con su símil venezolana sería cómica si no fuera trágica).

El telón de fondo de estos excesos es, paradójicamente, el mismo tipo de borrachera electoral que nubló la vieja política; aquella que supuestamente venían a reemplazar los independientes y voceros de causas dicen o territorios. Estos convencionistas, sin embargo, olvidaron rápidamente la primera mayoría de JAK en noviembre y la volatilidad e infidelidad del electorado. Baste recordar que tanto Michelle Bachelet como Sebastián Piñera regresaron a La Moneda con cifras históricas y, no obstante, perdieron al poco andar el apoyo ciudadano. ¿Por qué la Convención sería inmune a este riesgo? ¿Qué clase de genio puede garantizar un resultado favorable en un plebiscito con voto obligatorio?

Desde la centroizquierda y el socialismo democrático múltiples voces ya advierten el peligro en ciernes. El convencional Agustín Squella llamó a terminar con las “bravatas”. La diputada Natalia Castillo afirmó que este “no es un espacio para darse gustitos”. Oscar Landerretche, el expresidente de Codelco, previene sobre un eventual “mamarracho que sería imposible de respaldar”.  El analista Jorge Navarrete sugiere que “el rechazo en el plebiscito de salida hoy es probable”. Y el constituyente Patricio Fernández constata que “una Convención sin aire arriesga morir de asfixia”.

Aquellos “confidentes de la Providencia” —la expresión es de Aron— que creen que el futuro está escrito a su favor seguirán imaginando hasta el último día una campaña del terror. Ojalá los convencionales salgan de esa burbuja y se tomen en serio, por ejemplo, este sentido posteo de un dirigente regional de centroizquierda: “Me saqué la cresta trabajando por el Apruebo, no detrás de un celular o un IPad, sino territorialmente… ¿y para qué? Para que los y las convencionales presenten tonteras luego de fumar mota, hacer una fogata y guitarrear. Ojo, no le echemos la culpa a la derecha”. Da para pensar.