Columna publicada el lunes 13 de diciembre de 2021 por La Segunda.

Según se repite en Twitter, esa es la disyuntiva que subyace a la segunda vuelta: acá, los demócratas; allá, los fascistas de derecha. Porque tal como el populismo, la etiqueta se usa con suma liviandad, básicamente para denostar a los adversarios. Me temo que esta dinámica ha generado dos problemas serios.

El primero consiste en la caricaturización de lo que representa JAK en el balotaje, influida por una inquietante intolerancia al disenso político. Ciertamente Kast y los republicanos han abrazado posiciones infundadas o inaceptables dependiendo del caso: ahí están su programa 1.0, sus dichos sobre Nicaragua y el diputado Kaiser para recordarlo. Sin embargo, nada justifica la incapacidad de la oposición para evaluar con un mínimo de mesura a sus rivales.

En concreto, se requiere mucha imaginación o mala fe para advertir en el exdiputado de la UDI un peligro para la democracia (tanto o más que para calificar como dictador al Presidente más débil de los últimos 30 años). Si a Kast lo apoyan Lavín y Matthei, Ossandón y Desbordes, Oscar Godoy y un largo etcétera, es porque buscan evitar el triunfo de Boric y el PC, pero también porque ven en JAK un “político conservador pragmático”, al decir de Ricardo Brodsky, exdirector del Museo de la Memoria.

Se necesitan altas dosis de ignorancia e intolerancia para identificar fascismo y conservadurismo, pero aquí asoma el segundo problema: la nueva izquierda se ha vuelto cada vez más ciega a las controversias que rodean muchas de sus posturas. Este mundo, no obstante, también tiene sus demonios. El caso más visible es su coqueteo impúdico con la violencia luego del 18-O (lo cual, por supuesto, tampoco hace fascista a Boric). Y dicha ceguera es aún más aguda respecto de otros ámbitos donde simplemente se cree encarnar el lado correcto de la historia, cerrando los ojos al carácter disputado de sus agendas.

¿Ejemplos? Diversas tradiciones políticas e intelectuales argumentan que el homicidio de los niños o niñas que están por nacer es un crimen que clama al cielo. También hay legítimas preocupaciones en materia de libertad de educación y expresión (y por ahora la Convención no ha logrado disiparlas). Además, la noción de lo público que empuja el Frente Amplio minusvalora el rol de la sociedad civil organizada. Por eso en el pasado Siches, Jackson y el mismo Boric dispararon sus dardos contra instituciones como la Teletón o la PUC. Así, suma y sigue.

Si se quiere, Chile sufre un choque de ortodoxias, ya conocido en otras latitudes. De ahí que muchos electores voten movidos por su rechazo a tal o cual visión. Todo ello exigirá diálogo e instancias de encuentro —lo propio de la democracia—, no excluir a priori a los adversarios. Esto sí nos acercaría al fascismo.