Carta al director publicada el jueves 9 de julio de 2020 por El Mercurio.

Sr. director:

Pablo Simonetti acierta al constatar que el Congreso Nacional puede discutir varios temas a la vez. No es demasiado difícil, sin embargo, comprender que en las circunstancias actuales urge priorizar aquellas medidas directamente destinadas a enfrentar los graves efectos de la pandemia. Por ese motivo sorprende que Simonetti insista en modificar aquí y ahora el estatuto legal del matrimonio. Como decía Raymond Aron, la democracia no es para impacientes.

Por otro lado, cuando Simonetti me imputa oponerme “en las últimas dos décadas a los avances en derechos”, incurre en una curiosa confusión (la precipitación no es buena consejera): hace 20 años yo era un escolar que jamás había participado en esta clase de polémicas. Pero no sólo eso. Además, y quizá sin notarlo, Simonetti elude el fondo del asunto. Antes que afirmar a priori derechos individuales y arrojarlos como armas contra quienes discrepamos, en esta disputa se requiere deliberar sobre la finalidad y los alcances de la institución matrimonial. Este es el centro del debate.

En ese sentido, la discusión acerca de qué es el matrimonio no es urgente, pero sí es muy importante. Después de todo, tanto el vínculo matrimonial como la familia en general suponen la transmisión de la vida y la cultura y, por tanto, la unión entre lo masculino y lo femenino. Quizá por ese motivo Christiane Taubira, exministra de justicia de Francia que impulsó el matrimonio entre personas del mismo sexo, reconoció en su minuto que bien podríamos estar en presencia de un cambio de civilización. Casi sobra decirlo, pero nada de esto se presta para discusiones apresuradas.