Columna publicada el 07.05.19 en La Segunda.

Un seminario organizado por Andrés Allamand y Jaime Bellolio volvió a poner sobre la mesa la pregunta por el relato del oficialismo. La reflexión es tan pertinente como indispensable. Una narrativa consistente permite rayar la cancha, transmitir prioridades claras y convocar a la ciudadanía; en suma, otorga sentido a la acción política. Pero tal narrativa no es producto del marketing ni surge por azar, sino que expresa un determinado proyecto político. La interrogante de fondo es, entonces, cuál debe ser el proyecto de Chile Vamos.

Una somera revisión del mapa político actual ayuda a delinear la respuesta. Después de todo, y dado el declive de la centroizquierda –ahí no asoman proyecto ni cartas presidenciales–,  hoy aparecen sólo dos opciones fuera del oficialismo, antagónicas entre sí.

En primer lugar, el Frente Amplio (FA). Con independencia de sus problemas, la nueva izquierda cuenta no sólo con algunos presidenciables, sino también con diagnóstico y discurso político. En síntesis: derechos sociales gratuitos y universales, con provisión preferente (¿exclusiva?) del Estado; recelo más o menos solapado de la democracia representativa; y, como trasfondo, un progresismo moral y cultural que favorece la misma autonomía radical que se objeta en otros ámbitos.

En el otro polo del espectro emerge una derecha más allá de Chile Vamos, liderada por José Antonio Kast (JAK). El exdiputado mostró en la última presidencial su potencial electoral, y su movimiento Acción Republicana también va decantando una retórica. En resumen: liberalismo económico ortodoxo y Estado pequeño a priori; reivindicación acrítica del legado de la dictadura; y una defensa de los valores del mundo conservador tan enérgica como carente de matices y sofisticación.

El cuadro anterior, si bien muy esquemático, permite advertir el enorme espacio que tienen los sectores de centro y de derecha para ofrecer un proyecto acorde al Chile postransición. El desafío es articular virtuosamente una economía social de mercado “a la alemana”, con Estado fuerte, protagonismo de la sociedad civil y conciencia del problema de la desigualdad; un compromiso inequívoco con la democracia republicana; y una crítica razonada de la antropología progresista, coherente con los principios de conservadores, liberales clásicos y exfalangistas.

Si todo ello se traduce en una narrativa creíble, que priorice a los invisibles y vulnerables de nuestra sociedad (incluyendo los sectores más frágiles de la clase media), el panorama será auspicioso. Si, en cambio, se siguen los cantos de sirena –ya sean los del pinochetismo millennial o las agendas sin arraigo electoral del fallido “centro liberal”–, se jugará en una cancha ajena; una cancha cómoda para el FA y para JAK.