Columna publicada en El Líbero, 29.03.2016

Chile Vamos, luego de un largo trabajo, ha logrado fijar en un documento los mínimos comunes de la propia coalición. Llegar a ellos fue difícil: la tentación de hacer un pegoteo de generalidades y limar sus bordes lo más posible era muy alta, especialmente para quienes no consideran importante este tipo de ejercicios o se encontraban cómodos con el statu quo. Sin embargo, se logró esquivar esa fatalidad: el documento resultante es general, pero no genérico. Hace definiciones políticas relevantes y contiene los principios necesarios para fundar un discurso genuinamente político y no simplemente técnico o moral. Las diferencias políticas con la izquierda se hacen visibles más allá de las políticas públicas o la “agenda valórica”.

Este primer paso es clave para un sector que se está viendo arrastrado y probablemente tendrá que entrar al debate constitucional, que es justamente un debate de fundamentos y límites. Haber fabricado su propia constitución, en este sentido, es un ejercicio valioso, que permite aclarar qué es lo que la derecha defiende y por qué eso la distingue de la izquierda.

Los ejes de esta constitución de Chile Vamos son cuatro: la división del poder, la defensa del ámbito privado y la privacidad, la importancia de las espontaneidades sociales y la referencia al pueblo en su territorio. Muchos, al leer estos conceptos, dirán que es pura elucubración teórica, que no sirve para hacer campaña. Y es cierto que no sirve para hacer campaña en el sentido de que no son eslóganes: los eslóganes adecuados a estas ideas toman tiempo en desarrollarse. Pero como principios, están lejos de ser “pura teoría”.

La defensa de la división del poder rescata la tradicional idea de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Sin embargo, lejos de concluir a partir de ella un antiestatismo a priori, el documento explica que los equilibrios de poder deben ser buscados tanto en la estructuración del Estado, como dentro del mercado y de otras instituciones. Se critica tanto al estatismo como al monopolio privado, tanto al machismo como cualquier abuso de posición dominante. Se hace así eco de las demandas populares que denunciaban abusos tanto en el mercado como por parte de las instituciones burocráticas del Estado. También se hace cargo de la idea integral de subsidiariedad, entendida como la correcta articulación de las organizaciones y estructuras en función del despliegue integral de las capacidades humanas. Esta vocación de buscar balances y contrapesos en todo ámbito se contrapone a la respuesta de la izquierda a los abusos, que ha sido principalmente propender a la expansión descontrolada del Estado, como si la concentración del poder en el aparato burocático no tuviera un enorme potencial abusivo.

La defensa de la privacidad incluye, pero no se limita, a la defensa de la propiedad privada. Va más allá en el sentido de que lo que se defiende es el “ámbito privado”, la privacidad, como un espacio de sentido, de afectos y de experiencias que son centrales para la vida de todo ser humano. La defensa de la privacidad, por supuesto, tiene costos: genera diferencias y ciertos riesgos. Pero esas diferencias y riesgos se ven compensados absolutamente por la importancia de los bienes vinculados al ámbito privado. Por lo demás, el ámbito privado es el contrapeso más importante respecto al potencial abuso de los poderes públicos: es la roca sobre la cual podemos descansar para oponernos a los abusos. En este sentido, se discrepa radicalmente de la izquierda que ve el ámbito privado como un espacio de mero egoísmo e intereses impropios que deben ser “purificados” por la “voluntad general”.

En cuanto a la defensa de las espaontaneidades sociales, esto básicamente significa defender la libre iniciativa de la sociedad, del individuo y de las instituciones. Se rescata fuertemente el rol de la sociedad civil en la solución de distintos problemas y la provisión de bienes públicos. Pero principalmente se entiende que el despliegue de las fuerzas sociales depende de una articulación armónica de las organizaciones e instituciones, y no del constante entorpecimiento entre ellas. Así, se promueve la colaboración entre estas distintas esferas para que pueda cada una entregar lo mejor de sí. En este marco se defiende la profesionalización decidida y exigente de la burocracia estatal y la lucha contra los excesos centralistas que ahogan a nuestras regiones. Nuevamente nos encontramos aquí con una defensa clara de la subsidiariedad integral. Esto se opone a la visión estatizante de la izquierda que supone que siempre será mejor que las cosas estén en manos del Estado, y que considera la colaboración de este con instituciones privadas o de la sociedad civil como una especie de renuncia.

Finalmente, la idea de anclar nuestras reflexiones a la realidad del pueblo chileno en su territorio es un compromiso en el sentido de buscar el bien común de Chile considerando siempre la realidad de su diversidad, de sus paisajes y de sus culturas. No pensarlo en abstracto como un mero grupo humano ubicado en un espacio cualquiera. Somos producto también de nuestra geografía y de nuestras tradiciones y no podemos hacer abstracción de ello sin poner en peligro la sustentabilidad de nuestra existencia. Esto exige no descuidar nuestro habitar. Con ello el texto se opone a los racionalismos abstractos de la izquierda, que pretende avanzar programas sin atender a las realidades concretas, sino buscando modelarlas por la fuerza.

Estos cuatro ejes, con toda su generalidad, marcan un rumbo de navegación política. Interpretarlos y traducirlos en un programa de gobierno y en una postura en el ámbito del debate constitucional será el trabajo que comenzará ahora. Esto, obviamente, implicará interesantes tensiones entre las distintas tradiciones que han venido a converger en Chile Vamos: liberales, conservadores, socialcristianos, gremialistas y una serie de corrientes de cada una de estas tradiciones. Y esa tensión, que no tiene por qué significar un conflicto, le dará vida y sabor a un conglomerado que fue formado, originalmente, por partidos al borde de la muerte.El texto, en sí mismo, es un campo de maniobra que le da espacio a todos. Estamos, entonces, frente a una buena noticia no sólo para la derecha chilena, sino también para la República.

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