Columna publicada el 31 de mayo en CNN Chile.

La falta de previsión y de estrategias efectivas en la campaña de vacunación contra la influenza ha quedado en evidencia ahora que los sistemas asistenciales están sobrecargados, especialmente en regiones, donde las camas pediátricas están totalmente ocupadas. Para ser justos, hay que aclarar que, además de la influenza, el brote del virus respiratorio sincicial (que afecta principalmente a los niños pequeños y para el cual no hay vacuna), también se adelantó, agravando aún más la situación sanitaria.

Ahora bien, si las autoridades de gobierno sabían con antelación que se avecinaba un invierno más difícil que el anterior, y teniendo a la vista lo ocurrido en el hemisferio norte con los virus respiratorios, ¿no era posible, acaso, adelantar y reforzar la campaña de vacunación de la influenza? ¿A qué se debe la lentitud del proceso de vacunación? Se ha señalado que entre los factores que han contribuido a este retraso están la tardanza en el inicio de la campaña por parte del gobierno y la “fatiga” derivada de la pandemia respecto de las vacunas (a estas alturas es difícil disociar COVID-19 de la palabra vacuna, y la asociación inevitablemente trae malos recuerdos). ¿Pero no habrá algo de desidia por parte de la autoridad? ¿O algo, también, de mala gestión? Los infectólogos, por su parte, han sido enfáticos en recalcar la importancia de vacunarse contra la influenza, especialmente la población de riesgo (menores de 6 meses a 5 años, escolares de 1° a 5° básico, las embarazadas, los mayores de 65 años y los enfermos crónicos), para evitar la saturación de las urgencias y hospitalizaciones. ¿Por qué no se ha escuchado un énfasis similar por parte de las autoridades?

Las cifras en esta materia son preocupantes. Hasta la fecha solo se ha logrado inmunizar al 60% de la población, muy por debajo de la meta propuesta para el 1 de junio de 85%. Dentro del panorama general, los porcentajes más bajos se dan en mujeres embarazadas y niños de 6 meses a 5 años. Es fundamental, a su vez, que los niños se vacunen, ya que representan una parte significativa de las hospitalizaciones críticas, con una ocupación de camas superior al 90%. ¿Qué medidas concretas tomarán para alcanzar una mayor cobertura de personas vacunadas?

Estrategias de vacunación focalizadas con las autoridades regionales y municipales, como extender horarios de vacunación, abrir los vacunatorios los fines de semana, entre otras, pueden ser sumamente útiles. Pero hemos escuchado, también, la idea de extender las vacaciones escolares, como han propuesto el Colegio de Profesores y el presidente del Colegio Médico de la región de Biobío (sugirió prolongarlas hasta 3 meses si hacía falta). Es lamentable que, una vez más, se esté considerando la suspensión de clases como medida preventiva. La situación escolar que se arrastra desde la pandemia ya es suficientemente grave como para intentar parar la crisis de salud por ese lado. Que los niños no asistan a sus colegios, además de aumentar el déficit educacional en temas básicos como la lectura, también conlleva la consecuente pérdida de comunidades, de actividades deportivas y extraprogramáticas, de vínculos afectivos. No podemos normalizar el cierre de escuelas debido a diversas circunstancias que han ocurrido (narcofunerales) y que seguirán existiendo (virus respiratorios).

Es crucial reconocer que las malas decisiones adoptadas en el pasado están comenzando a tener repercusiones en el presente. Las pérdidas de aprendizaje y el ausentismo escolar son evidencia de esto, al igual que las dificultades actuales para enfrentar el aumento de virus a destiempo. Debemos aprender de estos errores y tomar medidas para fortalecer nuestro sistema de salud y promover la prevención a través de la vacunación

En resumen, es un imperativo cuestionar las fallas en la ejecución de la campaña de vacunación y, aunque ya estamos tarde, rectificar cuanto sea posible. A estas alturas las consignas o simples puntos de prensa ya no son suficientes. Se requiere un mayor compromiso y acciones concretas por parte de las autoridades para llegar a la meta propuesta de vacunación del 85% de la población de riesgo. Pero lo que está claro es que desviar el foco y proponer medidas que suenan a “hibernación” (3 meses), termina minando aspectos que supuestamente le preocupan mucho al gobierno: la educación y la salud (incluida la salud mental). No es justo que los niños sigan pagando las consecuencias de esta falta de gestión en áreas tan relevantes como las mencionadas.