Columna publicada en diario La Segunda, 15.06.13

 

Fuente: La Tercera

El comentario más repetido entre los simpatizantes de la Concertación y de la Alianza sobre los debates de primarias de esta semana ha sido “yo no sé de qué país están hablando”. Y lo cierto es que, observando ambos eventos televisivos, da la impresión de que oposición y oficialismo tienen razón, aunque no en igual medida.

La dinámica interna del debate del conglomerado que hoy forman la Concertación y el Partido Comunista fue más o menos evidente: Bachelet logró que su presencia y su mensaje fueran algo parecido a su ausencia y su silencio, pero lo poco que comunicó sirvió para desplazar a Gómez tan a la izquierda que éste, para poder seguir teniendo algo que decir, terminó con un discurso digno de asamblea universitaria. Orrego y Velasco, en tanto, lucharon por el flanco derecho de Bachelet. Es decir, el centro. El primero apuntó al mundo “socialcristiano” y el segundo al mundo “liberal-progresista”. La táctica de Orrego fue victimizarse a partir de su cristianismo, y la de Velasco, el más sólido del grupo, explicar pedagógicamente los fundamentos liberales de sus propuestas. El efecto a nivel del conglomerado fue recibir críticas por no adherir por completo a la agenda de estatismo y relativismo moral que supuestamente sería el eje de la “nueva mayoría”.

La dinámica interna del debate de la Alianza fue casi la de un foro. Si algo de debate político hubo fue entre la periodista Mónica Rincón y alguno de los candidatos, cuando se trenzaban en comentarios cruzados. La disputa entre el UDI y el RN no mostró mayor diferencia programática.

En términos de contenido, el eje de la discusión de la Concertación tiene menos que ver con el país que lo que ellos suponen: sus temas están dados por una disputa dentro de la izquierda entre la Concertación y las fuerzas alternativas a ella que irrumpieron en el escenario político luego de su derrota en 2010. Por eso la “izquierdización” y el constante y agresivo tono de “escándalo moral”. El asunto constitucional planteado como patear la mesa es el mejor reflejo de esto, ya que es un tema que no ha sido propuesto ni en ese tono ni como prioridad fuera de un pequeño submundo de la izquierda.

En el caso de la derecha, se vieron dificultades para generar un diagnóstico de la situación nacional que encuadre sus propuestas, pero al menos no se planteó un proyecto de país con exclusión de la mitad de él (como termina pasando con Bachelet y Gómez, dada la disputa dentro de la izquierda). El déficit en la claridad programática, eso sí, hizo que no quedara claro cómo se harían cargo de rescatar lo positivo de nuestra actual organización y de combatir los abusos y distorsiones.

Las preguntas de los periodistas dejaron de lado temas como delincuencia o regionalización, y optaron por una agenda mediática, pero poco profunda, elaborando muchas preguntas en base a lugares comunes y eslóganes que podían poner en entredicho a los candidatos, pero que no los sacaban al pizarrón en temas de fondo.

En conclusión, es razonable preguntarse a qué país le estaban hablando estos “debates”. Y la respuesta, viendo lo ocurrido, es simple: la Concertación le habló a la izquierda, la Alianza a la derecha, y los periodistas a Twitter. Un gran ejercicio de autorreferencia motivado por la combinación de primarias y voto voluntario que lleva a disputarse a los convencidos, y por la confusión entre opinión pública y redes sociales. El país de verdad, que no es de la izquierda ni de la derecha ni de Twitter, tendrá que esperar, al menos, hasta la contienda presidencial.