¿Qué ocurre si el corazón del acuerdo efectivamente se encuentra en una política de restitución de tierras? También en ese terreno, por cierto, existen riesgos: se puede ser injusto con alguien hoy para hacer justicia a alguien muerto hace cien años. ¿Pero qué pasa si es justo ese riesgo el que comienza a reducirse, porque el acuerdo permite poner una fecha de término a las políticas de reparación, y porque junto a las tierras propone mecanismos alternativos?

Mañana martes se hará finalmente público el acuerdo de la Comisión para la Paz y el Entendimiento, sobre el que una parte de la clase política ya se ha estado pronunciando. Esos pronunciamientos no son del todo extraños, pues el hecho mismo de un acuerdo casi unánime es digno de nota. Los trascendidos, por otra parte, levantan legítimas preguntas –pero también preguntas sobre la veracidad de lo que se ha filtrado. Y de momento la gran pregunta a hacernos es por la reacción del Partido Republicano. Esta ha sido vehemente, y según cuánto se corresponda su mensaje con la realidad habrán tenido un importante acierto o habrán incurrido en una precipitación muy cuestionable.
El contexto permite, por cierto, entender la prisa por dar a conocer su posición. El partido tiene, después de todo, una base electoral cuya fidelidad importa mucho asegurar, y la amenaza de Kaiser por la derecha solo añade urgencia al asunto. Los mismos factores podrían explicar también la improvisada intervención de Evelyn Matthei. Pero si esas son las consideraciones que han primado, bien cabría recordar las advertencias de Jaime Guzmán contra una política que busca halagar en lugar de guiar al electorado. Son advertencias tan vigentes hoy como en los tiempos de su formulación original.
Por otro lado, no cabe sino reconocer que Republicanos, un partido con una presencia territorial como pocos, algo sabe del actual clima. Dependiendo de los detalles del acuerdo, eso habrá jugado en su favor o su contra. Porque aunque el trauma de la Convención no tendrá vigencia para siempre, sí es cierto que en el Chile actual no hay espacio para el tipo de ideas que primaron ahí, y que sufrieron su peor derrota precisamente en las zonas con mayor población mapuche. Un acuerdo que trajera escaños o indultos, por ejemplo, sería efectivamente imposible de defender. Si algo así se encontrara en el acuerdo, sus críticos anticipados se habrían anotado un punto.
¿Pero qué ocurre si no es así? Por mucho que exista una aproximación a estos problemas que con justicia ha sido sepultada, el conflicto mismo sigue ahí, con toda su complejidad, esperando salidas. ¿Qué ocurre si el corazón del acuerdo efectivamente se encuentra en una política de restitución de tierras? También en ese terreno, por cierto, existen riesgos: se puede ser injusto con alguien hoy para hacer justicia a alguien muerto hace cien años. ¿Pero qué pasa si es justo ese riesgo el que comienza a reducirse, porque el acuerdo permite poner una fecha de término a las políticas de reparación, y porque junto a las tierras propone mecanismos alternativos? Son estos asuntos los que se habrá de evaluar el martes, en lo que también será una jornada de evaluación de Republicanos.