El problema no pasa por la competencia técnica ni por la experiencia, sino por el domicilio. En el fondo, a pesar de su larga historia, no sabemos desde dónde habla Carolina Tohá. Sabemos muy bien quién es, pero no sabemos dónde está.

“Como que toda la vida hubiera sido prepararme para esto”. La frase es pronunciada por Carolina Tohá, en su franja presidencial, y este parece ser el centro del mensaje: la exministra encarna la responsabilidad, la disciplina y el trabajo riguroso. En ella no hay nada improvisado, y la presidencia parece ser el corolario natural de su larga trayectoria. La narrativa es coherente y, en muchos sentidos, transmite la magnitud del desafío. Dicho de otro modo, es innegable que Carolina Tohá se ha preparado toda la vida para esto. Y, sin embargo, hay algo que no termina de funcionar. Nadie duda de su talento ni de sus competencias; y nadie duda tampoco de que, en una eventual segunda vuelta, es la candidata más competitiva del oficialismo. Pero nada de esto se traduce en superioridad política.
Los motivos son variados. Por de pronto, Tohá encontró más obstáculos de los esperados para imponerse como la abanderada del Socialismo Democrático. Esas semanas eran decisivas para cristalizar un momentum, pero estuvieron dedicadas a largas e incomprensibles negociaciones. Por otro lado, sus atributos son más bien fríos y racionales, sabiendo que nuestra época prefiere los afectos. Para decirlo en simple, le habla mucho a nuestro intelecto, pero poco a las emociones. La candidata Tohá tiene algo del candidato Lagos, quien sufrió como nadie la campaña de 1999: le costaba mucho conectar con las grandes mayorías. Era más presidente que candidato.
Con todo, estos motivos son anecdóticos en contraste con la auténtica dificultad que enfrenta: carece de espacio. Si se quiere, su problema es de física política, pues está encajonada y no puede desplegarse. Para ganar una elección, resulta indispensable fijar una identidad, consolidar un discurso y, en definitiva, rayar la cancha. La abanderada del PPD, sobra decirlo, no ha podido cumplir ninguno de esos objetivos. Desde luego, tiene propuestas, pero estas no marcan el debate ni impactan en la opinión. La razón es simple: para que las ideas tengan efectos políticos, deben ser enunciadas desde un lugar nítido. Y el asunto falla precisamente aquí. El problema no pasa por la competencia técnica ni por la experiencia, sino por el domicilio. En el fondo, a pesar de su larga historia, no sabemos desde dónde habla Carolina Tohá. Sabemos muy bien quién es, pero no sabemos dónde está.
Esto puede apreciarse con claridad en el hecho siguiente. En su franja, Carolina Tohá menciona su paso por el gobierno del “presidente Lagos”, y también alude a su papel como vocera de la “presidenta Bachelet”. Pero, cuando habla de su paso por el Ministerio del Interior, no nombra a Gabriel Boric. Ese silencio vale más que mil palabras: allí reside aquello que no quiere —ni puede— ser nombrado. El fenómeno es extraño, pero revela bien el fondo del problema: Carolina Tohá, la exministra, no quiere ser candidata de la continuidad. Aunque la contorsión es difícil, tiene precedentes. Por mencionar un caso, Sarkozy fue elegido en Francia el año 2007 bajo esa lógica: logró encarnar el cambio a pesar de haber sido ministro de Chirac. Con todo, hubo de pagar un precio, el de la ruptura. No solo el silencio ni la omisión: la ruptura.
Si Carolina Tohá quería tomar distancia del Gobierno, pues bien, debía hacerlo de modo estrepitoso. No era difícil. Por ejemplo, podría haber criticado de modo mucho más enérgico los indultos otorgados por el mandatario. Eso le habría permitido ganar en extensión espacial, e intentar reconstruir su sector. Sin embargo, Tohá solo ha estado dispuesta a diferenciarse de modo discreto, sin que se note demasiado. El resultado no es muy alentador: no cuenta con el respaldo de los incondicionales del Gobierno, pero tampoco logra convocar a aquella parte de la izquierda que no se siente cabalmente representada por esta administración. La voz de Carolina Tohá no logra adquirir el volumen ni la consistencia necesaria para hacerse de un espacio. Es legítimo que haya sido ministra, es comprensible que haya aceptado el indulto en cuanto ministra —aunque, recordemos, Lagos amenazó con la renuncia en el gobierno de Frei—, pero, si hay vocación de poder, no resulta razonable que las diferencias no se manifiesten más explícitamente en campaña. Este era el sentido de la provocación de Landerretche: para salir del estado de subordinación respecto del Frente Amplio, es indispensable un gesto poderoso, que dé cuenta del quiebre. Como la candidata prefiere un estilo más circunspecto y más reservado, se condena a una posición marginal en la discusión.
Es probable que, en su cálculo inicial, el entorno de Tohá haya pensado que esa discreción era suficiente para ganar la primaria, y que luego habría tiempo para otros giros. Sin embargo, era no contar con la astucia de Jeannette Jara. En efecto, la abanderada comunista comprendió perfectamente la situación, y no temió ser agresiva para construir un espacio político desde donde hablar. Exactamente lo que Tohá no quiso hacer.
Maquiavelo decía que la fortuna les sonríe a los audaces. Si acaso es cierto que la candidata se ha preparado toda la vida para alcanzar la presidencia, pues bien, ya es hora de que los medios estén a la altura de su ambición. O, dicho de otro modo, es hora de introducir audacia en su estrategia. A Carolina Tohá le quedan dos semanas para mostrar que, además de preparación, tiene apetito, mucho apetito. Allí se juega su destino.