Opinión
A dos años del 4-S: ¿nos salvamos?

Quienes piensan que el triunfo del rechazo de hace dos años sepultó para siempre las ideas de la Convención Constitucional están equivocados. A pesar de que las propuestas de ese borrador fueron rechazadas, las élites políticas y académicas que promovieron el proyecto refundacional están, casi sin excepción, esperando su oportunidad para darles fuerza nuevamente. Y esto incluye a la coalición gobernante.

A dos años del 4-S: ¿nos salvamos?

Esta semana se ha vuelto a compartir una y otra vez el video de un grupo de actores en el acto de cierre de campaña del Apruebo leyendo emocionados los artículos del borrador de la Convención Constitucional frente al público. El video por momentos es digno de una concentración norcoreana. Al borde de las lágrimas, Amparo Noguera nos dice que Chile se convertirá por fin en un Estado plurinacional, regional y multicultural. Alfredo Castro, con tono de profunda emoción, nos avisa que Chile se transformará en una república solidaria y paritaria. 

Hay mucho material dando vuelta de ese estilo durante estos días y uno inevitablemente se pregunta en qué momento se llegó a semejante delirio. ¿Por qué se pusieron tales expectativas en un texto constitucional? ¿Cuánto estaban dispuestos a entregar del país que conocemos con tal de cambiar la llamada “constitución de Pinochet”? ¿Por qué decenas de académicos serios y prestigiosos se prestaron para defender hasta en matinales un proyecto constitucional del que se han tratado de distanciar cobardemente desde ese 4 de septiembre en la noche? ¿Por qué buena parte de los partidos de la exConcertación estuvieron dispuestos a defender un borrador que renegaba de todos y cada uno de los logros conseguidos por ellos durante los 30 años? ¿Por qué el actual gobierno ató su suerte a un proyecto como el de la Convención, asegurando que su programa dependía de la nueva constitución? ¿Por qué no tuvieron ni siquiera un plan alternativo en caso de derrota? 

Todas estas preguntas siguen pendientes al interior de la izquierda. La agenda política de la Convención Constitucional fue severamente cuestionada y nadie hasta ahora se ha puesto a revisarla en detalle. Esto ocurre porque el proyecto político de gran parte de la nueva izquierda en realidad sigue siendo el de la Convención Constitucional. Hace unos días, Jaime Bassa, exvicepresidente de dicha instancia, decía en una entrevista en La Tercera que “las derrotas políticas son dolorosas, pero no son definitivas” y que “no se puede hacer todo al mismo tiempo”. A pesar de que las ideas del olvidado Bassa fueron rechazadas en prácticamente todas las comunas y regiones de Chile, el abogado prefiere culpar de la derrota a los poderosos de siempre. Ninguna autocrítica; es que nadie (salvo él y sus amigos) ha aquilatado el peso del Chile neoliberal sobre el inconsciente colectivo.

Bassa siendo Bassa deja bastante claro que apenas puedan irán por todo otra vez. Quienes piensan que el triunfo del rechazo de hace dos años sepultó para siempre las ideas de la Convención Constitucional están equivocados. A pesar de que las propuestas de ese borrador fueron rechazadas, las élites políticas y académicas que promovieron el proyecto refundacional están, casi sin excepción, esperando su oportunidad para darles fuerza nuevamente. Y esto incluye a la coalición gobernante. Muchos de los que están en La Moneda piensan como Bassa. Incluso el presidente Boric, a pesar de sus valorables giros en muchos temas, seguiría votando Apruebo por ese borrador. De hecho, a pocos días de perder el plebiscito, él mismo dijo: “no puedes ir más rápido que tu gente”. El problema, entonces, no era de ideas, sino que de estrategia y velocidades. 

A veces se nos olvida que Gabriel Boric no perdió ese plebiscito porque cambió, sino que cambió porque perdió. El gobierno celebra hoy el crecimiento económico, a las asociaciones público-privadas, a Carabineros y hasta a Patricio Aylwin porque el 4 de septiembre se quedaron sin programa de gobierno y no quedó otra opción que llamar al socialismo democrático y moderarse. En otras palabras, este gobierno sería completamente distinto si es que la opción Apruebo hubiera triunfado. Y Chile también estaría en una situación diferente a la de hoy, pues el texto de la Convención Constitucional habría tenido consecuencias sin precedentes en nuestra estabilidad política. Eso sumado a las múltiples crisis en distintos ámbitos —seguridad, económica, vivienda, migración— habría provocado un contexto mucho más grave del que ya atravesamos.

El ánimo refundacional no ha muerto. Sigue ahí, agazapado, esperando su momento para ser recitado nuevamente por esos actores, académicos y políticos que, emocionados, nos cuenten que Chile es un país repleto de adjetivos que solo ellos parecen entender. 

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