Carta publicada el 16 de noviembre de 2020 por La Tercera.

Señor director,

Los sucesivos retiros de las AFP -aún no se aprueba el segundo y ya se anuncia el tercero-, la permanente amenaza de nuevas acusaciones constitucionales, y la imposibilidad de acuerdos básicos, incluso administrativos, son un síntoma de la preocupante estrategia de tierra arrasada que embriaga a nuestra clase política. Frente a un gobierno impotente, preso de su autorreferencia y que parece haber renunciado a cualquier intento de gobernar, se impone el ansia ciega de desguazarlo.

Así, el triunfo es equivalente a destruir al enemigo, como si el fuego político solo fuera a quemar al adversario. Nada más lejos de la realidad: poco a poco se debilita el siempre precario espacio que permite la política, amenazando los cimientos del sistema democrático. De ahí que no sea sólo el presidente o el Congreso que están por los suelos. Es el poder mismo el que sepultan, una paleada a la vez, nuestras derechas e izquierdas frenéticas.

El tema es de primera importancia. Con el proceso constitucional en ciernes, se requerirá de una generosidad y deferencia política de la que carecemos hoy en día. Sin estas actitudes, es imposible cualquier reparación de la fractura de nuestro tejido social. La irresponsable actuación de los parlamentarios tendrá efectos profundos. No deja de ser irónico que ellos mismos derrumben las bases que los mantienen en pie.