Columna publicada el lunes 11 de marzo de 2024 por La Segunda.

La cifra de delitos violentos, según se supo esta semana, es la más alta en nueve años. Son cifras que no sorprenden en un país en el que incluso los asesinatos de menores se están volviendo trágica costumbre. En la economía, en tanto, las noticias no son mejores que en seguridad. Con los datos de febrero, también conocidos esta semana, la inflación anual sube a 4,5%. Una herida autoinfligida que sigue golpeando a todo el país. En medio de estos y tantos otros problemas, no cabe sino preguntarse por las prioridades del gobierno que hoy cumple dos años.

¿Cuáles son esas prioridades? ¿Cómo será recordado este periodo? Basta una mirada general a la última semana para obtener una preocupante respuesta a estas preguntas. Esa semana partió con una discusión sobre el anticomunismo, animada por el hecho de que el presidente considerara prioritario defender al PC en medio del caso Ojeda. Su lealtad con dicho partido, que en otros tiempos al menos era recíproca, no puede dejar de sorprender. Acto seguido vino la exclusión de Israel de la FIDAE, bajo el argumento de que los derechos humanos son prioritarios por sobre cualquier consideración del interés nacional. Incluso si uno creyera que esa regla puede aplicarse de modo así de sencillo, es trasparente el doble estándar con que se aplica. Después de todo, nadie imagina que el gobierno podría tensionar las relaciones con China por las violaciones a los derechos humanos ahí. Notemos, por último, el corazón del mensaje presidencial el 8M, consistente en un llamado de Boric al “aborto integral”. El presidente no solo pone así en el centro algo que está lejos de ser la preocupación fundamental de las mujeres del país, sino que además olvida el lugar central del aborto libre (cerca tras la plurinacionalidad) en el rechazo a la propuesta de la Convención.

No es que esto nos entregue una radiografía completa del gobierno. Pero no es poco lo que nos recuerda: un presidente doblegado ante las fuerzas más radicales de su coalición, una política exterior guiada por el doble estándar, y una negativa asombrosa a aprender del hito político más relevante de los últimos años. A dos años de gobierno, toda la discusión sobre las “volteretas” presidenciales parece una cuestión no solo secundaria, sino derechamente equivocada: la nota distintiva es más bien la persistencia obtusa, la incapacidad para hacer dialogar su visión de mundo con la realidad. Todo esto revela además en qué estaba el diputado Winter la semana anterior. En retrospectiva, su llamado a volver a la “guerra ideológica” no puede ya ser leído como un arranque personal. Hemos comenzado un año de campaña municipal, y en Winter habló un genuino vocero del presidente.