Pocos hechos me han marcado políticamente más que la forma de hacer oposición brutal y deshonesta que llevó al actual gobierno al poder. Es algo imperdonable que todavía no logro ordenar ni procesar por completo racionalmente.

Que ahora digan que Piñera fue un gran demócrata, con los comunistas que trataron por todos los medios de derrocarlo en 2019 adentro del gobierno y con el FA -que hizo una canallada tras otra durante la pandemia- a la cabeza, me produce una sensación indefinible, pero cercana al asco.

Mucha gente me pregunta por qué tanta dureza con el FA y que cuándo volverá el ánimo dialogante. Yo no lo tengo claro. Pero la muerte del exPresidente, del que no fui un gran adherente político, me recordó el origen del problema.

Nunca le reconocieron nada: ni la reconstrucción, ni el rescate de los mineros, ni la reactivación económica en el primer gobierno, ni el reconocimiento de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, ni su compromiso democrático intachable ni el manejo ejemplar de la pandemia. Nunca reconocieron del todo que fuera legítimo un presidente democráticamente electo si es que era de derecha.

Gran espíritu democrático han exhibido.

Y crisis tras crisis, incluyendo los terribles incendios de ahora, han demostrado que en la gestión de desastres -en salvar patrimonio y vidas- no le llegan ni a los talones.

Grandes frutos han cosechado.

Murió un mandatario al que le debían disculpas. Y la historia, por sí sola, no los absolverá. El diálogo y la buena convivencia volverán cuando se den cuenta de lo que hicieron y pidan perdón al país completo.