Columna publicada el 28 de agosto de 2023 en La Segunda.

“Quienes justifican el golpe de Estado podrían darlo hoy”, afirmaba hace pocos días la ministra vocera Camila Vallejo. Sus declaraciones pueden leerse como un episodio más dentro de una conmemoración que parece haber nacido sin destino. Pero pueden también leerse como ilustrativas de un gobierno que aparentemente renunció a hablarle al conjunto del país. Han optado por hablarle a su tercio, un mundo en el que estas palabras no parecen del todo imprudentes. La apuesta es comprensible: la situación es difícil, y este tercio es fiel como ningún otro. Un 28% de aprobación según la última Cadem, y eso tras los indultos, tras el Caso Convenios, tras todos los restantes problemas del país.

Pero no es solo en la interpretación del pasado que el gobierno se ha ido atrincherando. “¿Qué se han creído?”, espetaba hace poco el Presidente a un partido de oposición. Difícilmente es el camino para conducir de regreso al diálogo a un partido que La Moneda necesita para alcanzar un acuerdo en pensiones. La actitud de emplazamiento, sin embargo, ha sido su recurso constante. Y el emplazamiento, como cualquiera puede reconocer, es una forma de interacción que rara vez permite entablar una conversación productiva. Lo que sí permite es afirmarse en la base que ya se posee. Esa base no alcanza para ningún gran logro aquí y ahora, pero es un muy buen punto de partida para contiendas futuras.

Y se trata además de un mundo verdaderamente leal. Apenas un 17% de este grupo creería siquiera que el partido Revolución Democrática ideó fundaciones para captar recursos públicos y destinarlos a campañas políticas. Así lo recoge un reciente estudio de Panel Ciudadano UDD sobre el votante “siempre Boric”. Se trata de ciudadanos que coinciden con el Presidente en muchas políticas sustantivas, pero cuya lealtad se extiende también a otros detalles. Un 77% de estos fieles considera, por ejemplo, que fue apropiada la intervención del presidente con un megáfono ante los manifestantes que planteaban exigencias ante las puertas de La Moneda.

Por granítico que sea, sin embargo, un tercio sirve para bloquear, no para gobernar. E incluso este tercio tan fiel puede deparar sorpresas. Sus opiniones sobre el destino del 6% de cotización adicional se ubican, por ejemplo, bastante lejos del gobierno: un 21% desearía verlo íntegramente en un fondo solidario, pero un 32% aspira a que vaya completamente a la cuenta individual. Este tercio puede ser muy leal, pero eso no significa que su fidelidad sea ideológica. Puede ser también clientelar y quién sabe qué rumbo pueda seguir en una próxima elección. Aunque solo fuera por eso, no haría mal el gobierno en levantar algo su mirada y volver a hablarle a todo el país.