Columna publicada el lunes 10 de abril de 2023 por La Segunda.

El llamado a “tregua” del presidente Boric recibió algunas críticas previsibles. Que antes
urge una tregua en su alianza de gobierno —y el diputado Ibáñez, cartel en mano, se
empeña en favorecer esta objeción—; que primero el mandatario debe reconciliarse con su
propio pasado —cada semana un viejo tuit suyo parece confirmarlo—; etcétera. Pero en
una mirada más larga, menos atrapada por la coyuntura, es difícil discrepar con la
invitación del jefe de Estado. Veamos por qué y cuáles son, sin embargo, sus ingratas
condiciones de posibilidad.

Al convocar una tregua política, el presidente Boric adoptó, quizá sin notarlo, un punto de
vista muy extendido. A saber, que “los políticos” terminen con sus “peleas de siempre” y
enfrenten de una vez los problemas que angustian a la ciudadanía, comenzando por la
delincuencia y el crimen organizado. Si se quiere, resurgió por un minuto el Gabriel Boric
de segunda vuelta; ese que captó, aunque fuera por motivos electorales, cuán transversal es
la aspiración por mayor certeza en las distintas dimensiones de la vida. La sociedad no
quiere optar entre protección social, estabilidad política y seguridad en el sentido
tradicional (y hoy añorado) de la palabra. Lo que se espera del sistema es, por decirlo así, el
“pack completo”. Y el candidato Boric así lo prometió.

La dificultad reside en que, dieciséis meses después, el mandatario carece de credibilidad
para impulsar esa agenda. En parte lo afecta su historial más o menos antisistema, que se
remonta a los años de la toma de Pío Nono (véase “La Escuela tomada”, de A. Jocelyn-
Holt). Pero sobre todo le pasa la cuenta el perfilamiento de su mundo político y la
validación de la violencia posterior al 18-0, y el desvergonzado apoyo de La Moneda al
octubrista texto de la Convención. Fue ahí cuando el presidente Boric y su equipo se
identificaron con la perfecta antítesis de lo que hoy anhelan los chilenos en materia política,
económica y social. Los indultos sólo revivieron y consolidaron esa identificación.
Luego, si el jefe de Estado realmente desea propiciar una tregua política más allá de la
cuestión constitucional (donde la centroderecha, por cierto, estuvo dispuesta a pagar costos
que pocos habrían imaginado), el gobierno debe hacer creíble su llamado. Los cambios
de opinión a posteriori y exigidos por las circunstancias no bastan. Alternativas para
tomar la iniciativa y ganar credibilidad hay muchas, desde reponer las querellas por Ley
de Seguridad Interior del Estado retiradas en marzo de 2022 hasta modificar el personal.

Sin ir más lejos, algunos ministros encarnaron —en esa calidad— el respaldo al fracaso de
la Convención, y hay jefes de servicios que aún avalan la migración irregular. Hechos y no
palabras.