Carta publicada el viernes 9 de diciembre de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

Diversas notas de prensa han informado sobre los zigzagueos y reticencias del oficialismo y, en particular, de Convergencia Social (el partido donde milita el Presidente Boric) a la hora de cerrar el acuerdo constituyente. Esto no parece casual. Más allá de las declaraciones de buena crianza y del resultado final de las negociaciones, es importante advertir las severas dificultades que ha tenido la nueva izquierda para abrirse a los consensos políticos transversales que exige un cambio constitucional en democracia. Sin ir más lejos, basta recordar cómo utilizaron sus mayorías dentro de la Convención; que luego del 4 de septiembre insistieron en plantear un órgano configurado a imagen y semejanza de “la constituyente ciudadana”; y su posterior crítica a la idea de generar un cuerpo electo al modo del Senado (ahí la excusa fue el tamaño).

Luego, al vislumbrarse una fórmula mixta con vistas a destrabar el acuerdo, la consigna fue decir que cualquier alternativa distinta a un órgano 100% electo atenta contra la soberanía popular. Esta retórica desconoce no solo el hecho evidente de que los negociadores son representantes políticos electos (¿dónde quedó la bullada soberanía popular?), sino también la variopinta experiencia internacional en la materia.

Tal como señala un informe sobre procesos de cambio constitucional en el mundo publicado en 2015 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) —informe a cargo de la actual ministra de Justicia, Marcela Ríos—, al revisar la experiencia comparada “la evidencia muestra que no existe un solo modelo o fórmula ideal para realizar dichos procesos, sino múltiples estrategias”. La democracia es más plural de lo que cree cierta izquierda, y los cambios constitucionales no son la excepción.