Columna publicada el domingo 14 de agosto de 2022 por La Tercera.

La semana recién pasada fue la más políticamente significativa de los últimos meses previos al plebiscito del proyecto constitucional. Para empezar, desde ahora resulta más fácil y rápido modificar la Constitución vigente (Lagos, 2005) que la sometida a referéndum. El miércoles se aprobó finalmente la ley que establece un tope de 4/7 para toda reforma a la Constitución actual. Eso, versus el cerrojo de 2/3 o 4/7 con referéndum impuesto sobre todo lo relevante del texto de la Convención.

Por otro lado, hemos presenciado la consolidación de dos polos ideológicos distintos dentro de la derecha. Esto, porque Republicanos votó en contra de rebajar los quórums y no se sumó al compromiso de reformas constitucionales que sellaron la UDI, Evópoli y RN en julio, y que fue reafirmado y profundizado esta semana.

Finalmente, la campaña del Rechazo ha mostrado que efectivamente abarca una amplia variedad de posiciones políticas y trayectorias vitales. El coro de voces vinculadas a la DC, el PS y el PPD que rechazan, además de otras figuras culturales y políticas de izquierda, es demasiado importante como para pretender ignorarlo o simplemente descalificarlo (como un articulista que llamó “marranos” a los “conversos”). Hay un mensaje potente y claro en esas opciones, frente a un Apruebo que sólo reúne a la izquierda radical.

En el campo de dicha izquierda, en tanto, el intento por establecer un compromiso campañero de último minuto para reformar el proyecto constitucional si gana el Apruebo inició un fraccionamiento entre la facción dispuesta a reconocer que el proyecto es deficiente, y aquellos que insisten en defenderlo tal como está.

De este episodio fluyen varios hechos. Uno es que mucha gente en el gobierno, partiendo por el Presidente, tenía claro que el texto de la Convención es dañino para el país, pero temían una confrontación interna con el Partido Comunista si actuaban en consecuencia. Por eso optaron por descalificar como “mentiras” todas las críticas respecto al documento. Cuando esa táctica no resultó, se vieron obligados a reconocer la verdad y prometer reformas que sólo ayer juraban innecesarias. La mayor noticia falsa de los últimos meses resultó ser que las críticas al proyecto constitucional eran puras noticias falsas.

Sin embargo, las reformas ofrecidas por el gobierno resultan demasiado pocas, llegan demasiado tarde y gozan de débiles garantías. Incluso sabiendo que el sistema político casi no fue tocado, Guillermo Teillier, el mandamás Comunista, ya mostró que no apoyan el compromiso. Y el amasijo de personajes que capotó la Convención también se indignó: Daniel Stingo (que no cree en las encuestas), los “representantes” de pueblos originarios y los rastrojos de la “Lista del pueblo”. Entre estos últimos, las amenazas más graves las hizo Manuel Woldarsky, con voz de tiranuelo grácil, que espetó “después no vengan conque no nos vieron venir”.

El Presidente Boric salió al paso garantizando que los cambios, de ganar el Apruebo, se harían ¿Pero cuánto vale, en la actual situación, la palabra del Presidente Boric? Lamentablemente, todo indica que poco. Su presidencia ha abusado de las vueltas de carnero. ¿Por qué creer en el compromiso de reformar de alguien que sólo ayer descartaba la necesidad de cambios? ¿Por qué esperar que pase algo distinto que con el estado de excepción en Los Ríos? ¿Por qué creerle si su personaje de segunda vuelta se desvaneció apenas ganó la presidencia?

Boric ha mantenido a una Ministra del interior espectral, a un Ministro Secretario General de la Presidencia detestado por los legisladores con que debe coordinarse (ahora, además, amonestado por faltar a la prescindencia) y a un subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales que pretende jugar con nuestra política económica para testear teorías alocadas del primer mundo que sus ideólogos (que firmaron una carta apoyando el proyecto constitucional) jamás aplicarían en sus países. Los ha sostenido esperando el resultado del plebiscito. ¿Por qué creerle que las cosas cambiarán si ganan? ¿No es claro, acaso, que esperan ganar para imponerse?

Lo correcto, me parece, es que los sectores de gobierno que han aceptado honestamente lo dañado que viene el proyecto constitucional lo rechacen. Es en el rechazo que podrán reunirse los demócratas de todas las tendencias. Es en el rechazo que podrán reencontrarse los chilenos para buscar un proyecto constitucional que nos una y que convoque la mayor cantidad de lealtades y energías disponibles.